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Ayer en la Presidencia, previo a la llegada de la "marea amarilla", todo fue nerviosismo, respuestas picantes e indirectas y al final prevaleció el “cariño sindical”.
Mientras bajo el intenso sol, con mantas, rótulos y altavoces, los “iceístas” devoraban el asfalto, los ecos de La Sabana, donde se inició la marcha, llegaban hasta Zapote.
El mandatario, Abel Pacheco parecía relajado en la Casa Presidencial. Bajó cuatro veces desde su despacho, una de ellas en mangas de camisa, para recibir a su asesor Óscar Barahona Streber.
Por su oficina también pasó el escritor limonense Quince Duncan (“Qüins”, no 15, como dijo una vez un expresidente).
En cada ocasión la prensa insistió en saber lo que el Presidente pensaba sobre el ICE.
Amonestado
De pronto, un periodista le “sacó” la tarjeta amarilla. Hasta las manos de Pacheco llegó una de las miles de cartulinas amarillas que portaban los marchantes con ese mensaje.
“Si me la sacan porque según ellos voy a despedir gente, eso no es cierto. Si es porque me opongo al turismo y a la comilona, la recibo gustoso y con orgullo”, expresó con jocosidad y se llevó el cartón.
La marcha se acercaba y allí, entre miles, venía la diputada de Gobierno, Gloria Valerín. La noticia llegó a la Casa Presidencial y cuando muchos esperaban una dura reacción, el Presidente se salió de nuevo con la suya.
“Les recuerdo que doña Gloria viene de la izquierda profunda, marxista; que es mi amiga muy respetada y que fui yo quien la nombré diputada nacional porque me gusta oír tanto la derecha como la izquierda”, sentenció.
Tras decirlo subió presuroso la rampa de la Presidencia y se sumergió en su oficina.
El reloj marcaba las 12:23 p. m. cuando la figura de Pacheco volvía a aparecer. La marcha estaba ya más cerca.
En forma más que amable atendió consultas de varias televisoras, bromeó, saludó y conversó en forma informal. Explicó que “lo usual” era que no fuera él quien atendiera a los sindicalistas y delegó la tarea a su ministra de la Presidencia, Rina Contreras.
Cuando a lo lejos ya se percibía la bulla de los manifestantes, en un “dos por tres” el Presidente se dio a la fuga y por ahí no se le vio ya más.
El protagonismo lo asumió Contreras, quien salió hasta los portones a recibir a los emisarios de amarillo.
Presurosa caminó por los jardines y allí estaban. Quienes minutos antes gritaban consignas contra el Gobierno, se fundieron en abrazos y besos con la Ministra.
Ella los atendió, recibió sus peticiones, les habló en un tono firme y a la vez maternal, y la mancha amarilla” se disipó...
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