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Una década en la historia de un país parece insignificante; sin embargo, en un mundo cuyo ritmo de cambio es aceleradamente vertiginoso por las razones que ya todos conocemos, 10 años son suficientes para demostrar que la Costa Rica del 2003 es muy diferente de la de principios de la década de 1990, no solo en forma, sino también en esencia.
¿Cuál es la naturaleza y la dinámica de los cambios ocurridos en ese periodo? ¿Cuáles sus implicaciones de cara al futuro? ¿Quiénes son los ganadores y quiénes los perdedores por estas transformaciones? ¿Cómo ha variado el papel de los actores participantes en esos cambios? Estas son algunas de las principales interrogantes a las que se busca dar respuesta en la más reciente obra publicada por el Centro de Estudios Democráticos de América Latina (CEDAL) y la Fundación Friedrich Ebert de Alemania, editada por el connotado economista Juan Manuel Villasuso.
Por supuesto, sería presuntuoso de mi parte hacer un repaso de toda la obra en un artículo; por ello subrayaré algunos de los aspectos más relevantes sobre la Costa Rica que tenemos al arrancar el siglo XXI.
Marcado deterioro. Desde el punto de vista de las dimensiones de los cambios, hay transformaciones importantes en lo político, lo social, lo económico y lo cultural. En el ámbito político, nos encontramos con un marcado deterioro de nuestro sistema de representación política, un mayor entrabamiento en la gestión gubernamental, una creciente necesidad por la aplicación de mecanismos de rendición de cuentas y una mayor limitación en el ejercicio del poder estatal, por aspectos como la creación de la Sala Constitucional.
En el campo económico, podemos observar una profundización de la estrategia económica que el país comenzó a desarrollar a partir de la década de 1980, incentivada ahora por la firma de tratados de libre comercio. Este cambio en lo económico tiene implicaciones en lo social, donde las bondades del modelo en ejecución aún no se traducen en mayores niveles de bienestar para la mayoría de la población y, más bien, sectores como el agrícola y los asalariados, han sido los grandes perdedores de la estrategia económica implementada.
Cambio cultural. El influjo de las migraciones (que también representan un importante cambio en lo social y económico), la variación en los patrones de consumo, el malestar hacia lo público, el deterioro en los valores y el aumento en el abstencionismo electoral son todos elementos ilustrativos del cambio cultural del costarricense en la última década.
En cuanto al papel desempeñado por los actores participantes en estas transformaciones, aquí los cambios no son menores. El aumento en la función política que cumplen los medios de comunicación, la profundización de los problemas en los partidos políticos, una mayor incidencia de los sindicatos en la gestión gubernamental, el acercamiento de ciertos sectores empresariales con algunos sindicatos, son ejemplos de lo señalado.
Hasta aquí, no hemos valorado los cambios descritos en términos de su conveniencia o no, aunque hay algunos que por obvias razones nos resultan negativos. Es sobre todo en función de estos últimos que deben redoblar esfuerzos quienes tienen o tendrán la tarea de gobernar, pues en 10 años, pese a las bondades de las que nos habla cada gobierno al terminar su gestión, hoy los problemas del país más bien se han multiplicado.
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