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Al canciller mexicano, Luis Ernesto Derbez, se le conoce poca –por decir nula– trayectoria en el mundo de la política.
Su vida ha girado entre la docencia y las consultorías internacionales en materia económica con el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial.
Sus biografías resaltan como uno de sus principales logros haber dirigido, definido, ejecutado y supervisado Programas de Ajuste Estructural en Chile, Costa Rica, Honduras y Guatemala en los años ochentas y noventas.
Incluso, diseñó planes de reactivación económica para Honduras y Nicaragua tras el paso del huracán Micth , en 1996.
Su quehacer cambió radicalmente cuando el presidente Vicente Fox lo nombró secretario de Relaciones Exteriores hace casi dos años, en sustitución de Jorge Castañeda.
Desde entonces, ha tenido que sortear un sinnúmero de líos y enredos diplomáticos en los que su gobierno se ha visto implicado, en especial con el régimen de Fidel Castro.
En abril pasado, México apoyó en la Comisión de DD. HH., en Ginebra, una resolución para que la isla acepte visita de una relatora especial en esa materia.
La Habana reaccionó airada contra el país azteca al decir que la administración Fox actúa sin independencia y respondiendo a los intereses estadounidenses.
Derbez salió al paso de las críticas y dijo que su gobierno respalda la promoción de los DD. HH. en cualquier parte del mundo, incluyendo Cuba.
Recientemente, Derbez tuvo que brindar explicaciones, al país y al Congreso, por la decisión gubernamental de pedir la salida del embajador cubano, y llamar a su embajadora en La Habana por las críticas que Castro hizo contra la política exterior mexicana.
Cuba acusó a Fox de lanzar una cortina de humo sobre los problemas de corrupción destapados en el seno de PRD y cuya trama se presume pudo haber gestado el Gobierno, de acuerdo con el canciller cubano, Felipe Pérez Roque.
Derbez refutó las acusaciones y, por el contrario, tendió una mano a la isla para buscar una salida a la crisis diplomática.
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