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Morisco

COMER como reyes Cuchara, gusto y arquitectura se conjugan, a la perfección, en Café Moro, donde se sirve comida de Oriente Medio y Mediterránea

Hasta hace pocos meses, el Castillo del Moro era, para la mayoría de personas, un lugar inaccesible. Algunos habían escuchado que el edificio lo construyó un español, que el dueño era un sacerdote, que el inmueble era el protagonista de un pleito legal, y que a este edificio también le tenían otro nombre: la Casa Morisca.
Hoy, después de una cuidadosa restauración y una resolución en los tribunales, el místico castillo abrió a los curiosos la posibilidad de adentrarse en sus secretos estructurales, y en los de la gastronomía mediterránea y del Oriente Medio.
Así, que nos metimos cual reyes por su castillo y, pese al frío, nos acomodamos en una de las mesas de la terraza. No quisimos perder detalle de la iluminación y los juegos de la arquitectura arabesca de este sitio que, ahora, se hace llamar Café Moro.
Curvas en las puertas y en las ventanas, vitrales, mosaicos, torres y una fuente, fueron parte de los detalles que ocuparon nuestra atención.
Hasta ahora, la única parte abierta a las visitas es la terraza y uno de los salones principales, pero no hay problema, para nosotros fue suficiente. Cuentan los dueños que, la restauración, a cargo del arquitecto Diego Melendez - quien ha "vuelto a la vida" varias casas de barrio Amón-, fue intensa y costosa.
Opciones variadas. El menú se acopla perfecto al concepto de Oriente Medio que exhibe la arquitectura. Hay opciones como hummus con pan pita, kebab de lomito, couscous y cordero asado, el resto son platillos mediterráneos. Los fanáticos de las pastas, también deberían pasar por aquí. Hay entradas, ensaladas, sopas, wraps , pastas, carnes, mariscos y postres. Todo se ve rico y nada resulta ser caprichosamente costoso.
Iniciamos nuestra experiencia con dos opciones tomadas del listado de entradas: la crepa Moro y el hummus . La crepa la presentan rellena de pollo y salsa de tomate natural y el otro, es un puré de garbanzos acompañado de pan pita.
Seguimos con la ensalada vegetariana a la parrilla compuesta por berenjena, cebolla morada, garbanzos y pollo; y un lomito con una salsa de hongos porcini , con una guarnición de arroz y vegetales.
Un par de copas de vino sellaron el asunto, aprovechando que el lugar ya tiene su patente, y listo.
La segunda parte y final, fue la más dulce, un pastel de chocolate -negro e intenso- y un particular baklavá -una delicia con apariencia de pie que lleva un relleno de nueces, miel de abeja y pasta de hojaldre, una novedad en nuestros paladares que terminaron aceptándola como si la conocieran de siempre.
Raciones aceptables, presentación excelente y sabores exquisitos, son los adjetivos que resumen nuestra experiencia en el Café Moro.
Satisfechos con la atención, con los precios (acordes a la calidad), con la agradable presentación de los platos y la belleza de sus particulares instalaciones, nos queda un muy buen sabor que pide, ya, una segunda oportunidad.
Hace tres años que San Pedro cuenta con su propio Machu Picchu, pero algunos vecinos -muy despistados- no se daban por enterados.
El restaurante, con especialidad en comida peruana e internacional, tuvo que abrir una " sucursal", al otro lado de la ciudad, ante la demanda que acosaba al conocido Machu Picchu de Paseo Colón.
Ahí, encontraron un casa que adaptaron para ser restaurante. Tiene capacidad para unas 200 personas que se distribuyen por el salón principal, la terraza, el jardín y el bar.
El sitio cuenta con parqueo para treinta carros.
El menú es el mismo que tiene su hermano mayor. Son 57 platos entre los que no pueden faltar los ceviches, la causa limeña rellena de camarones o pollo, y el piqueo siete mares, entre otras maravillas de la comida de ese país, que pueden ser probadas cualquier día de la semana.

  • POR Marcela Quirós
  • Entretenimiento
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