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De seguro ustedes recuerdan a míster Schmidt, encarnado por Jack Nicholson en la película El señor Schmidt . Pues el director de esa cinta es Alexander Payne, quien ahora nos ofrece un filme agridulce, del cual habla muy bien la crítica, el público lo disfruta y se atreve a estar en premiaciones. Hablamos de la película Entre copas (2004), cuyo título original es el de Sideways .
Esta cinta tiene una duración de 124 minutos. Se inicia cuando dos viejos amigazos emprenden un viaje con el objeto de probar una variedad de vinos. Es un buen viaje: de vino en vino; sin embargo, cambian de rumbo para llegar a un irónico y divertido descubrimiento del amor y de la amistad.
Así, el filme retoma la historia de dos tipos perseguidos por el fracaso, aunque uno tiene un buen matrimonio por delante. Ellos son Miles (encarnado por el actor Paul Giamatti) y Jack (Thomas Haden Church), cuyo viaje para beber vino, jugar y relajarse bajo el Sol se convierte en lujuria vinatera, de sexo festivo, con algunas traiciones y daños corporales.
¿De qué sirven las andanzas buenas y de qué las malas? Ustedes lo verán en la película. Lo que sí podemos garantizar es que se trata de un buen filme, con tono agridulce, muy agridulce, que se mete bastante en esa temática propia del cine independiente de los Estados Unidos: la del hombre apabullado por las circunstancias, entre tonos propios del drama y las sonrisas de una fina comedia.
Se trata, por eso, de personajes con alguna derrota, pero con tensión para enfrentarse al ir y venir de la sociedad moderna. Eso sí, con la ayuda del vino, tinto o blanco: el filme es una exposición completa sobre el universo vinícola (¡del cine al bar!).
En la película Entre copas , se retoma la historia de dos sujetos aparentemente fracasados, especie de pareja dispareja, hombres de edad media. Uno se va a casar el fin de semana, pero su sexo es incontrolado: la fidelidad es una palabra que él desconoce. El otro viene de un divorcio y su exmujer está embarazada... de otro.
Ellos no solo encaran sus futuros, sino también sus presentes, por lo que no es suficiente una botella de vino, ni el afán catador que viven.
Ellos no son personajes ídolos, como esos que vemos constantemente en el cine con que Hollywood nos atosiga. Miles y Jack no son íconos para el espectador, para que soñemos realidades falsas o efímeras. No son modelos para que nos ajustemos a sus estilos de vida.
No son prototipos para hacernos creer que el mundo es una película con efectos especiales.
En este caso, se trata de que el cine pueda cuestionar desde sus imágenes y desde su humor ácido y sulfuroso. Un filme muy bueno.
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