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No sé, a estas horas del partido, si la Fedefútbol y la Comisión de Selecciones destituirán a don Jorge Luis Pinto como director técnico de la selección nacional de futbol. Sea lo que sea, me arriesgo: si lo hacen, incurrirán en el más grave de los errores.
¿Por qué? Porque no hay razón alguna, excepto el miedo y la falta de liderazgo, para prescindir de él. ¿Por qué más? Porque, si una persona, en cualquier cargo estratégico, posee los atestados básicos de capacidad (talento, cultura y dominio de la materia), experiencia, carácter y salud mental, no se le debe quitar sin motivos suficientes. Pinto posee estas credenciales en alto grado. La semblanza que trazó la periodista Yuri Jiménez, en la revista Proa , de La Nación , el domingo pasado, así como todas sus declaraciones y su conducta pregonan su estatura moral y académica.
Desde este punto de vista, Pinto sobrepasa el campo futbolístico. Es un educador y, como tal, un ejemplo sobresaliente para nuestro país, tan urgido de dirigentes que, en sus palabras y en sus actos, señalen el camino correcto. Lamentablemente, personas de sus credenciales intelectuales y morales, que pide a gritos también nuestra política, estorba a más de alguno.
Lo dicho no basta, con todo, para ser director técnico de la selección, un político o un estadista. Además de las virtudes personales, se requieren resultados. ¿Los tiene Pinto? Lo que prometió lo cumplió: buen desempeño en la Copa América y campeón de UNCAF, pese a las condiciones adversas prevalecientes; clasificación, en la etapa anterior, en circunstancias imposibles, y, ahora, en esta etapa final, rumbo a Alemania, la selección se encuentra a solo tres puntos del puntero, México, con la ventaja de que el siguiente partido con EE. UU. se llevará a cabo dentro de dos meses.
¿Cuál es el problema? Se arguye que el equipo es ultradefensivo, pero si se repasan los partidos con objetividad, se observa que se crearon suficientes oportunidades de gol, desaprovechadas por los jugadores y, sobre todo, por un campeonato nacional que no corrige nuestros errores elementales y no enseña lo esencial. ¿No nos dice nada el empate de México con Panamá?
¿Vale más la personalidad de Pinto que las declaraciones de Ledezma o las presiones de algunos? La salida fácil -la evasión- es quitar al director técnico y llamar a otro. A cualquiera. Así no proceden los dirigentes deportivos serios y con liderazgo. Las altas credenciales de Pinto y su experiencia acumulada con la selección no se pueden dilapidar de un día para otro. Mediten.
envela@nacion.com
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