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Voy comentar los programas de gobierno ofrecidos por los partidos políticos como plataforma electoral. Por razones obvias, solo podré señalar los rasgos esenciales, virtudes y limitaciones y el mensaje que, desde mi perspectiva, ofrecen al electorado. Trataré de ser respetuoso. Y comienzo por el PAC.
Bajo el sugestivo título: Convocatoria a la ciudadanía, ofrece una clara visión de Estado y un tratamiento comprensivo de los problemas de la sociedad. No encontré incongruencias conceptuales ni contradicciones para invalidar el mensaje. Además, está muy bien redactado. Describe los valores que profesan sus dirigentes, el país que tenemos y el que proponen y sus recetas de cambio. El lector, al final, tendrá una visión clara de qué es el PAC, qué propone y qué le ofrece en momentos de incertidumbre electoral. Para apoyarlo (o criticarlo) con fundamento, lo tiene que leer.
Su conjunto de valores, esculpido (en piedra) a manera de mandamientos políticos, define el contenido del programa y las acciones: Ética (muy importante en este trance), respeto, solidaridad, acción ciudadana (su razón de ser), equidad y desarrollo sostenible (el que más desazón me causó). Queda claro que es el partido de la ética en la función pública. Es su activo más valioso y el que debería exaltar más en la campaña. Otros partidos que ya gobernaron podrán reclamar lo mismo. Pero el PAC tiene credibilidad. Está en su fe de bautismo.
Donde se revuelven las cartas es en su visión absorbente y dirigista del Estado, el papel meramente residual del particular y el mercado (entre libertades individuales y garantías sociales, se inclina por estas). Somete las relaciones comerciales internacionales a un sesgado quid pro quo (descarta la apertura unilateral, aunque beneficie al consumidor), idolatra la ecología, la soberanía alimentaria (que tan caro cuesta al consumidor) y preserva los controvertibles monopolios del Estado: electricidad, infocomunicaciones, combustibles...
Me gustó, eso sí, su posición firme sobre la responsabilidad fiscal y la estabilidad monetaria, ambas entrelazadas muy hábilmente. Pero en un gobierno del PAC, la planificación, organización y distribución de la riqueza se elevarían a principio rector. El Estado ascendería a un nuevo pedestal, solo supeditado al pueblo organizado. Y tendríamos la paradoja de un Estado muy fuerte, director de la vida nacional, pero débil ante la consulta permanente con una sociedad impredecible y, quizás, difícil de controlar. Participación en vez de representación popular. ¿Democracia directa? De fijo, un Partido de Acción Ciudadana.
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