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Walldorf, Baden-Würrtemberg. En el medio campo, Douglas Sequeira fue parte del desastre colectivo ante Cataluña y Ucrania. Como líbero, el martes en República Checa, fue uno de los que encabezó el repunte de la Tricolor.
En el balompié tienen lugar preferencial los jugadores polifuncionales, aquellos capaces de dominar más de una posición sin comprometer la calidad de su aporte.
Sequeira es uno de ellos. Comenzó su carrera como volante de contención, un puesto que desempeñó en clubes de Costa Rica y en sus dos experiencias internacionales de Holanda y Alemania.
No obstante, en la temporada 2003-2004 el técnico saprissista Hernán Medford empezó a utilizarlo como último hombre (líbero). Y le dio buenos resultados.
Desde entonces, a Douglas Sequeira le corresponde andar los dos chips a mano.
"Me siento bien en ambos puestos, pero como trato de no entretenerme mucho con la bola y me defiendo en el juego aéreo la gente dice que me veo bien como líbero", señaló ayer Sequeira.
A él le tocará ser el último hombre, el defensa-escoba encargado de darle superioridad numérica a la defensa ante los dos delanteros del equipo rival.
"Hubo un cambio de actitud que nos permitió vernos mejor contra los checos. Después de tanta crítica nos comportamos a la altura, demostramos que tenemos la capacidad para hacer buenos partidos", comentó en alusión al reto de enfrentar a Alemania dentro de una semana y un día.
En un país como Costa Rica, donde prácticamente no se producen líberos, no es de extrañar que para llenar el puesto hubiera que improvisar a un volante.
Mucha maña. Douglas Sequeira aseguró que el martes le tocó enfrentar al jugador más difícil de su carrera: el gigantesco Jan Koller, de 2,02 metros de estatura.
Pero aunque el fuerte lógico de este centro delantero europeo es el juego aéreo, sus dimensiones corporales no le impiden maniobrar con la pelota al pie.
"Traté de frenarlo con un poco de maña, teniéndolo siempre cerca para sentir bien dónde estaba. A los delanteros hay que empujarlos, hacerlos ver que no van a estar cómodos cuando reciban el balón", comentó Sequeira.
Claro que fue un trabajo de equipo, y la carga de anular a esta torre de la selección checa se dividió entre zagueros y volantes.
"Cuando él la recibía de pecho, yo le decía a Mauricio (Solís) y Danny (Fonseca) que se dieran vuelta para prensarlo. Tuvimos que sacar todo el colmillo para pararlo".
Otro gigantón checo, Tomas Skuhravy, masacró a Costa Rica con tres goles en los octavos de final de Italia 90. Y eso que no faltó maña para tratar de detenerlo: superó a Róger Flores, Héctor Marchena y Mauricio Montero.
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