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Deserción y retorno a las aulas

El proyecto de bachillerato a distancia demuestra la bondad y aceptación de las iniciativas idóneas y novedosas El INA debe abrirse,cualitativa y cuantitativamente, a los jóvenes, y el Sinart debe convertirse en un maestro en el hogar

Dos reportajes de La Nación, uno, ayer, sobre la deserción escolar, y otro, el domingo pasado, sobre el horizonte promisorio del bachillerato a distancia, nos colocan frente a dos dimensiones antitéticas de la educación nacional: el fracaso de numerosos adolescentes, en la enseñanza secundaria, y el deseo de aprender, en la edad adulta. En el fondo, se trata de un mensaje positivo, esto es, la posibilidad de reconquistar el tiempo perdido, mediante planes concretos e imaginativos, y la de evitar el fracaso, atacadas a tiempo las causas.
He aquí un desafío extraordinario para el país que el nuevo ministro de Educación, Leonardo Garnier, ha visualizado con claridad y firme propósito de enmienda e innovación, y de cuya trascendencia hay, venturosamente, plena conciencia nacional de enfrentarlo con temple y visión. Una intensa labor integral de información, debate, persuasión y soluciones apropiadas puede dar cima, no lo dudamos, a esta histórica tarea. Este es el punto de partida y lo primero necesario, alrededor de lo cual gira todo el resto. La educación, además, no solo es el foco de irradiación, sino también la gran cuestión que a todos nos une. Hay que aprovechar al máximo este momento histórico.
Los datos ofrecidos en nuestro reportaje de ayer sobre la deserción estudiantil conmueven y mueven a la acción. Abandonaron las aulas públicas, en su mayoría, y mucho menos las privadas 40.842 jóvenes en el 2005, esto es, el 12,5% de todos los estudiantes matriculados. Este porcentaje supera el de años anteriores: el 12%, en el 2002; el 10,4%, en el 2004, y el 11,6% en el 2004. La mayoría cursaba el sétimo año en centros urbanos de San José, Cartago y Alajuela. A la vez, el 6,8% de los menores de edad matriculados no terminaron el curso en el 2005, equivalente a 64.459 estudiantes, entre niños y jóvenes. En la población de 20 a 29 años, el 65% no terminó la secundaria.
Las causas de la deserción son la escasa ayuda de los padres en el orden escolar, la desintegración familiar, la pobreza y la mala calidad de los cursos. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y del Consejo Nacional de Rectores (Conare), solo el 33 % de las personas mayores de 18 años terminan la secundaria, y, de acuerdo con el MEP, solo una tercera parte de los alumnos que ingresan a sétimo año concluyen el bachillerato. El impacto de estos datos en el desarrollo del país no requiere comentario. El secular esfuerzo educativo del país ha sufrido un serio retroceso. De aquí la importancia del Colegio Nacional a Distancia (Coned). Este proyecto ha demostrado que la oferta de iniciativas novedosas pueden producir frutos en abundancia, entre ellos, el retorno a las aulas de las personas adultas que, en su adolescencia, se alejaron de ellas por diferentes razones.
El anhelo de saber en el ser humano no se apaga. El gran reto consiste en encauzar esta tendencia natural del ser humano. Merece, por ello, reconocimiento la decisión del actual Gobierno de darles ¢80.000 a las familias pobres para que los jóvenes aquejados por graves problemas económicos puedan estudiar. En este sentido las iniciativas, internas y externas, abundan. Una de ellas es la mayor apertura, cuantitativa y cualitativa, del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) y otra la reconversión del Sistema Nacional de Radio y Televisión (Sinart) del Estado para que sea la prolongación de la escuela en el hogar. Ambas entidades poseen un potencial educativo insospechado que debe explotarse plenamente.

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