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El problema del terrorismo

El viajar a otro continente, país o ciudad se ha convertido en una necesidad vital

En este momento el mundo enfrenta numerosos problemas –muerte de hambre de miles de niños, mujeres y hombres; extensión del sida en África y Asia; migración cada vez mayor de africanos a Europa, etc.– , pero sin duda el problema más serio y urgente que tenemos que resolver es el del terrorismo.
Por las características que la vida ha adquirido en el planeta con la globalización, el viajar a otro continente, país o ciudad se ha convertido en una necesidad vital, ya sea que se haga por trabajo, placer, salud o reuniones políticas de carácter internacional. Impedir el libre tránsito por el mundo a millones de seres humanos es lo peor que nos podría pasar, sobre todo a los miembros de nuestra civilización occidental. Por eso, primero, el frustrado ataque a 11 aviones que partían de Heathrow, Londres, a varias ciudades norteamericanas en líneas áreas de la misma nacionalidad, y luego el fracaso de unos terroristas en Alemania para volar dos trenes en plena marcha, constituyen los más recientes incidentes de un problema de una gravedad tan alta que se hace difícil cuantificarla.
Alta vulnerabilidad. Las características que la vida ha adquirido en nuestra civilización occidental la hacen sumamente vulnerable a la destrucción por parte de los fanáticos terroristas de la organización al-Qaeda, sobre todo porque son casi imposibles de ubicar o conocer de antemano. Por ejemplo, Estados Unidos se ha hecho una nación grande y poderosa nutriéndose y enriqueciéndose, hace más de un siglo, con la constante inmigración de ciudadanos provenientes de diversas naciones que han pasado por crisis económicas muy fuertes como Irlanda, Italia, Alemania, Inglaterra, China, los países escandinavos y América Latina. Pero también de libaneses, paquistaníes, afganos, egipcios, árabes saudíes, iraníes, etc., etc. Estos inmigrantes han tenido hijos, nietos y bisnietos que hoy son tan ciudadanos estadounidenses como el resto de los más de 200 millones de habitantes del coloso del norte.
El vivir en libertad y en democracia no ha impedido que jóvenes ingleses, bien educados y con ingresos normales, hayan adoptado las consignas de bin-Laden y con el mayor sigilo preparado y casi realizado el pavoroso atentado terrorista de hacer explotar en pleno vuelo once naves aéreas norteamericanas. Por una infidencia de un paquistaní de paso por su antigua patria, el asunto fue conocido y comunicado inmediatamente a Londres y la tragedia, por esta vez, se evitó. Han de haber incontables células de al-Quaeda en todo Occidente, dormidas e imposibles de detectar, que se despierten con hechos tan sangrientos como los ocurridos recientemente en Líbano, o bien por la sangría incontenible que se está dando en Iraq, desde la invasión norteamericana, que provoca día a día centenares de muertos.
Otro planteamiento. El ataque terrorista a las torres gemelas de Nueva York y del Pentágono provocó en el presidente Bush una respuesta violenta con el bombardeo y destrucción de amplias regiones de Afganistán, sin lograr matar a bin-Laden ni destruir la organización al-Quaeda. El ataque e invasión de Iraq, sin ningún sentido, por la ausencia de armas de destrucción masiva, ha provocado una guerra civil y un aumento colosal de fanáticos musulmanes dispuesto a morir para acabar con Estados Unidos. Los recientes ataques de Israel a Líbano, tratando de liquidar a Hezbolá, sin guardar proporción con los cohetes rusos enviados desde el sur libanés, tampoco han servido para poner fin a la violencia y en los dos casos es evidente que el terrorismo no se puede combatir solo con las armas y menos fortalecer la seguridad nacional de EE. UU. e Israel. Es necesario plantearse las cosas de otro modo, empezando por respetar las normas de derecho internacional existentes y los acuerdos de Naciones Unidas. Además, debe recurrirse al diálogo y estar ambas partes de acuerdo en ceder tanto como sea necesario, para ir construyendo una convivencia pacífica.
Actuar como se ha venido haciendo es poner en peligro la seguridad del mundo entero. Hay que irse a las raíces del terrorismo para comprender el origen de un problema tan complejo de resolver, pero que no podemos darnos el lujo de que continúe actuando porque, como se ha escrito tantas veces, si estalla la tercera guerra mundial, será la última que veremos los occidentales.

  • POR Manuel Formoso
  • Opinión
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