Abrir Noticia Guardar

En Vela

Resaltamos dos aspectos de los festejos patrios de este 15 de setiembre: el entusiasmo, la participación y el orden populares(aunque nunca falta un borracho en una vela ni un fanático político frustrado en un acto cívico), premio al esfuerzo de educadores y estudiantes, así como los discursos del presidente Arias y del ministro de Educación Pública, Leonardo Garnier.
Los primeros patentizaron el espíritu cívico de nuestra gente, y las autoridades políticas celebraron la efeméride patria no con discursos líricos y fugaces, engolados y amnésicos, como se estila, sino con un mensaje educativo. El ministro de Educación resaltó la relación entre la independencia y la responsabilidad personal y social(un valor ético perenne, políticamente incorrecto en ciertos sectores nacionales "de avanzada", que don Leonardo ha desempolvado en su ejercicio y sin el que la libertad es una amenaza) y don Óscar habló de asuntos impopulares.
La impopularidad y la popularidad son en política términos ambiguos. Un político o gobernante popular puede convertirse en tragedia, cuando la popularidad carece de fundamento. La historia de América Latina está repleta de estos saltimbanquis. Por el contrario, un político impopular, anclado en la realidad, como el médico que reco mienda un tratamiento por su eficacia y no por complacencia, deja huella y frutos.
Un gobierno se construye como una catedral, piedra a piedra, paso a paso, con prudencia, decencia, determinación y labor de equipo, sentido de excelencia y visión de futuro, a sabiendas de que en la arquitectura política de un pueblo no existen los milagros. Los personajes mesiánicos, como los corruptos, los soberbios y los mentirosos, causan desastres. También en este capítulo exhibimos algunos especímenes inolvidables.
Hicieron bien don Leonardo en exaltar, en estas fiestas patrias, el imperativo de la responsabilidad, sacada del diccionario tico desde hace mucho tiempo, y don Óscar, en decirnos sin tapujos que nos ha cegado el espejismo de un país irreal, abrumado por enormes problemas que algunos soslayan con proclamas o con visiones ideológicas para no comprometerse, claro está, con las soluciones concretas, aquellas que significan proponer y dar la cara.
Costa Rica no es el apocalipsis que, un día de estos, algunos pintaron ni tampoco una Arcadia feliz. Costa Rica es una oportunidad real y extraordinaria si revive el valor de la responsabilidad en todos los niveles y si se le habla con el lenguaje de la verdad.

  • POR Julio Rodríguez / envela@nacion.com
  • Opinión
Notas

Este documento no posee notas.