Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Los cadáveres de los traileros Edwin Rodolfo Solís Jaen, costarricense de 44 años, y José Centeno Obando, nicaragüense de 47, fueron hallados anteayer por un cortador de caña en San Manuel de Cortés, Honduras.
Las víctimas eran empleados de la empresa Transportes Modernos TME, una compañía con sede en Barreal de Heredia que moviliza carga.
Los choferes viajaron a esa nación en dos vehículos pesados para dejar una carga de telas para camiseta, a solicitud de una empresa maquiladora local.
El rastro de los transportistas se perdió la mañana del martes, cuando salieron de un parqueo en la capital hondureña –donde descansaron– para dirigirse a la localidad de Ticamaya.
"Ellos iban en caravana, pues el lugar es peligroso. Ahí, para asaltar matan a cualquiera", comentó Cristian Chaves, administrador de la empresa de carga.
Ese mismo día en la tarde, las autoridades encontraron el furgón del costarricense, abandonado junto a una carretera en colonia Altiplano. El cargamento de tela estaba intacto, confirmó Chaves.
Horas más tarde, cuando apareció el cabezal de Centeno, las autoridades temieron lo peor.
Hallazgo. Rubén Darío Amador, peón de una finca cañera, dio con los cuerpos a unos 10 metros de un desolado camino.
Cada uno de los transportistas presentaba un orificio de bala en la parte posterior de la cabeza, determinó un informe de los forenses hondureños.
Los asesinos arrastraron los cuerpos para ocultarlos entre el cañaveral. El mal olor condujo al peón hasta los cadáveres.
Los hombres estaban atados hacia atrás con el cable de los cargadores de los teléfonos celulares.
Los asesinos no tomaron sus pertenencias personales, entre estas las billeteras.
De hecho, el tico tenía en sus bolsillos 409 lempiras (moneda hondureña) y $20 en efectivo.
Su compañero, quien vestía una camiseta con el logo de la compañía herediana, también portaba dinero, así como un manojo de llaves en su mano derecha.
Otros peones confirmaron a la Policía que la mañana del martes, a eso de las 9, escucharon disparos.
Sin embargo, no divisaron a nadie sospechoso en la zona.
Huellas. Ayer Róger Solís, hermano del trailero tico, encontró en los archivos del Ministerio de Seguridad Pública las huellas de su pariente.
Julio Ramírez, encargado de esa sección, envió el documento a la Morgue Judicial, en Honduras para agilizar la entrega.
Edwin Solís nació en Vigía de Nicoya y de acuerdo con sus registros era vecino de una urbanización de Miramar de Montes de Oro, Puntarenas.
Ayer La Nación intentó localizar a sus parientes, pero no estaban en ese lugar.
Solís laboraba para la compañía transportista desde hace unos cinco años y era conocido como un hombre responsable.
Además era padre de cuatro hijos con edades entre los 2 y los 14 años. Su compañero de viaje, José Centeno, era originario de Tipitapa, Nicaragua.
Ahí vivía con su madre. Hace unos tres meses entró en la compañía costarricense.
El cabezal que conducía el tico aún no ha aparecido. Tampoco el contenedor que movilizaba Centeno, en cuyo interior iban telas valoradas en $71.000, según revelaron ayer los medios de prensa hondureños.
La Policía de ese país considera que los conductores estaban juntos cuando los asesinos los interceptaron en algún tramo de la carretera.
Este documento no posee notas.