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Octavio Paz habla de las terribles cargas de un Estado: ejército y burocracia. Por dicha, no tenemos Ejército. ¿Cómo pagaríamos a un general si no arreglamos ni los baches? Kafka habla de la terrible burocracia: "No contestan, sabe que tal vez nunca lo hagan, gran angustia". En este caso pasó algo así: un grupo de ciudadanos conscientes y con conocimiento –el Grupo de Defensores de la Antigua Aduana, GDAA– envió una carta al exministro Guido Sáenz con preguntas sobre el Proyecto La Aduana propuesto por el MCJD; no contestó a tiempo. La Aduana es el segundo Patrimonio Arquitectónico más antiguo de la ciudad y estaba amenazado. Don Guido estaba convencido de que su propuesta era lo mejor. La Defensoría, a petición nuestra, investigó el proyecto y elaboró un informe donde se recomienda lo que el GDAA denunció y lo que reveló la investigación.
El lenguaje de los hechos es inexorable. Mientras la Aduana estuvo en manos de los gobiernos, no hubo recursos para protegerla.
Siendo ministro de Cultura don Carlos F. Echeverría, defensor del Patrimonio, la Aduana se utilizaba para guardar papeles viejos. Él ideó otorgarla durante 12 años en concesión para hacer exposiciones, a cambio de que el concesionario restaurase y cuidara el edificio, supervisado por la Oficina de Patrimonio. Fue criticado, pero se salvaguardó el inmueble. Cuando la empresa Fercori ganó la licitación, le dio vida, y el pueblo lo disfrutó y lo aprovechó por primera vez desde que se decretó Patrimonio.
Mamotreto. Don Guido Sáenz lo arrebató como lo hizo y lo devolvió al Gobierno, que lo ha tenido prácticamente en abandono.
Antes de la “toma”, el Estado no tuvo que invertir nada. Después, mucho dinero se ha hundido en un hueco fantasmagórico. Casi se hunde todo el MCJD pues gran parte de los esfuerzos, recursos e ilusiones fueron invertidos por nuestro tenaz funcionario, en una idea de diseño para construir un mamotreto conceptualmente absurdo, que puso de cabeza a muchos, costaba ¢10.000 millones y comprometía los bienes patrimoniales. Aclaro que la Oficina de Patrimonio fue separada en un momento dado del Proyecto, que se manejó aparte.
Por dos años, nadie protestó formalmente. Es “muy feo” decir no a un funcionario de prestigio, aunque lo propuesto no tuviese asidero: se planteaban la remoción del piso y el traslado del Teatro La Aduana, y otros puntos inviables.
El criterio del CFIA demuestra que el proyecto era casi surrealista. Hubo una reunión con la Contralora para explicarle que era también ilegal: no cumplía leyes de Planificación Urbana ni de Conservación. Se envió carta a los diputados y al entonces presidente Abel Pacheco, quien dijo al Ministro que contestara. Hubo tres recursos para detener la gran inauguración donde se iba a quitar, que no a poner, la primera piedra. Se rechazaron. Sin embargo, fue detenida, no por los opositores, sino porque las licitaciones hechas resultaron “infructuosas”. Los medios de comunicación fueron muy importantes.
Bodegota. Hasta hoy, no sabemos qué harán allí. Están utilizándola como está. Falta un proyecto de revitalización de ese sitio histórico y no han estudiado su supuesta inestabilidad sísmica.
A la vez, es simpático que la gente esté “tomando” la Aduana como lo que es: una bodegota vacía que nos pertenece. En verdad, no se ha sabido qué hacer con la Aduana. Fercori sí lo supo. El Estado podría hacer algo parecido: usarla como recinto ferial con énfasis en temas culturales y sacarle dinero. Es de desear que los fondos públicos se utilicen ética y eficientemente en bien de la amada empresa que es Costa Rica. La democracia tiende teóricamente a estas metas, pero debe mejorar para subsistir.
El GDAA pidió desde mayo hablar y proponer soluciones a la nueva Ministra. La cita está pendiente. Este caso sienta un precedente que ojalá ayude a solucionar otras conflictivas propuestas urbanas.
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