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Un compromiso humano

Resulta posible un futuro sin que exista trabajo infantil

Millones de niños y niñas en todo el mundo ayudan con su trabajo a suministrar parte de los alimentos y bebidas que consumimos, pero pierden oportunidades educativas imprescindibles, arriesgando su salud y perpetuando el círculo de pobreza en la que viven.
El 12 de junio, Día Mundial contra el Trabajo Infantil, la Organización Internacional del Trabajo llama a Gobiernos, empleadores y trabajadores a reforzar la alianza contra la explotación infantil e impulsar acciones que ayuden a labrar un mejor futuro para los millones de niños y niñas que continúan trabajando en la agricultura.
En el mundo todavía trabajan 218 millones de niños y niñas , y según las últimas estimaciones de la OIT, casi un 70% lo hacen en el sector agropecuario. Para la inmensa mayoría es la pobreza la causa principal que les empujan a abandonar el sistema educativo e incorporarse al mercado laboral de forma temprana, con jornadas intensas, frecuentemente peligrosas, y de bajos salarios.
Cierto es que no todas las tareas que los niños efectúan en la agricultura son nocivas. Las tareas adaptadas a la edad del niño, y que no interfieren con su escolaridad ni con su tiempo libre, pueden ser consideradas como parte de su vida diaria en un entorno rural y pueden resultar positivas. Sin embargo, existe ya un amplio consenso sobre la necesidad de impulsar políticas públicas que garanticen el cumplimiento efectivo del derecho de los niños y niñas a la educación y a protegerlos de la explotación laboral.
La OIT, a través de su Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) ha venido trabajando por más de una década en América Latina promoviendo una agenda que permita a los países avanzar en el proceso de erradicación del trabajo infantil, y en especial de sus peores formas.
El mayor número de niños y niñas trabajadores se concentra el las zonas rurales, superior al 50%en América Central. Prestar especial atención al ámbito rural y promover el desarrollo productivo para los desempleados en el sector rural a través de la generación de políticas activas para la promoción del empleo decente es un punto de partida básico para acabar con el trabajo infantil.
Es paradójico que en América Latina y el Caribe 9,5 millones de jóvenes entre 15 y 24 años están desempleados, mientras que 5,7 millones de niños y niñas continúan trabajando por debajo de la edad mínima de admisión al empleo. Además, según el último informe de la OIT sobreTendencias Mundiales del Empleo Juvenil , "el desempleo es solo la punta del iceberg ya que, en la región, el 35% de todos los jóvenes que sí tienen trabajo no logran superar la línea de la pobreza de dos dólares diarios para sobrevivir".
Por ello, mejorar la oferta educativa y de formación profesional para que los niños, niñas y adolescentes puedan acceder a una educación de calidad que les permita desarrollar habilidades laborales y acceder a empleos de mejor remuneración es prioritario.
El desarrollo de programas sociales que incentiven el acceso, la permanencia y la reintegración de los niños y niñas en el sistema educativo o de formación profesional está demostrando ser una excelente inversión que ya está teniendo resultados en países como Brasil, con Bolsa Familia, Colombia con Familias en Acción, Chile con Chile Solidario, y que en América Central ya está comenzado a aplicar con programas como Avancemos en Costa Rica, Red de Oportunidades en Panamá, Red Solidaria en El Salvador...
Los países de América Latina y el Caribe tienen un enorme desafío en función de los compromisos asumidos para acabar con las peores formas de trabajo infantil en el 2015 y eliminar el trabajo infantil en su totalidad en el 2020, tal y como se estableció en noviembre de 2005 en la Cumbre de las Américas y posteriormente en la XVI Conferencia Regional de la Organización Internacional del Trabajo, celebrada en Brasilia.
Materializar estas intenciones exige un compromiso de toda la sociedad y el desarrollo de políticas que garanticen la mejora y universalización de la educación para alcanzar una América Latina libre de trabajo infantil y dar así un paso de gigante en la lucha contra la pobreza en la región.

  • POR Guillermo Dema
  • Opinión
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