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La odisea de comprar una entrada para las Olimpiadas

Policía ya detuvo a 86 revendedores en China pero las ventas clandestinas siguen Cobran $732 por las entradas para ceremonia de clausura

Pekín. EFE. Aunque está castigada con penas de entre 10 y 15 días de arresto, la reventa de entradas olímpicas ya había aterrizado en Pekín antes incluso de que concluyera el proceso oficial de venta, a poco más de diez días para la apertura de los Juegos.
Son ya 86 los revendedores detenidos tras el arresto de 26 más desde el sábado, informó ayer la agencia oficial de noticias Xinhua , pero el proceso no parece detenerse ya que supone una oportunidad para los ciudadanos chinos de hacerse con un pingüe ingreso extra.
Cuando días antes de que comenzara el plazo de venta de las últimas entradas para Pekín 2008 miles de pequineses estaban acampados frente a las taquillas para obtener un billete, algo hacía intuir que muchos de estos se pondrían en circulación en el mercado negro.
En cuestión de horas se agotaron los últimos boletos para algunos deportes minoritarios en el país asiático como el futbol, el boxeo o el waterpolo.
Poco o nada amedrentaron a los chinos las advertencias del Gobierno de retenerlos unos días en prisión si osaban recurrir a esta habitual práctica.
Con muchas de las localidades ya vendidas, pero con miles de ellas aún en liza, los primeros revendedores olímpicos se echaron a la calle a probar suerte con los compradores desesperados.
Un anciano se acerca prudentemente a unos extranjeros y desdobla ligeramente su periódico dejando entrever unos cartones coloreados de amarillo, naranja y rojo: entradas.
Pide 5.000 yuanes (unos $732 dólares) por cada entrada para la ceremonia de Clausura.
Los compradores, una pareja de europeos, responden con una carcajada y prosiguen la búsqueda, poco fructífera hasta el momento.
La policía, situada a poco más de 50 metros de los corrillos de reventa, frente al pabellón de Wukesong, parece no inmutarse ante lo que allí sucede.
Ni siquiera intimidan al joven Ping, con tres entradas para el España-Alemania de baloncesto masculino en mano, a quien pronto rodean decenas de personas que pugnan por sus localidades.
El negocio le ha salido redondo y se marcha satisfecho a casa: en cuestión de minutos ha colocado sus boletos por el cuádruple de lo que le costaron.
Al ver unos rostros occidentales, un hombre se levanta de su asiento a la sombra y pregunta a los extranjeros si buscan entradas.
Ofrece dos para salto de trampolín –de las más cotizadas entre los chinos debido a su destreza en esta disciplina– si le consiguen trabajo a su hija, quien, asegura, habla muy bien inglés.
Kuanglong y sus amigos han estudiado bien su posición y se han apostado en las inmediaciones del Templo del Cielo, donde a buen seguro cazarán a alguno de los cientos de turistas que visitan este icono pequinés los domingos.
Se abanican con sus seis entradas bien a la vista, hasta que un extranjero se les acerca interesado y comprueba que tienen localidades para voleibol, otro de los deportes más seguidos en China.

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