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Hemos pasado ya la primera mitad del 2009 y conforme avanza el año, la recesión económica global ha hecho evidente la complejidad y magnitud de los retos que enfrenta la humanidad. Esta contracción económica coincide con el descubrimiento de complejas redes de corrupción en los ámbitos públicos y privados, un incremento sin precedentes en el precio de los alimentos y cambios climáticos significativos que nos siguen desvelando.
Además de buscar mecanismos para atenuar el impacto de la crisis, es importante aprovechar esta coyuntura para entender los fenómenos que estamos experimentando y sus causas, de manera que comprendamos plenamente las lecciones aprendidas.
Este es el mecanismo que nos dará una oportunidad para reinventarnos, innovar y crecer como sociedad.
Pérdida de valores. Las causas que originaron esta situación son muchas y muy diversas. Sin embargo, existe una común a todos estos problemas que ha sido extraordinariamente determinante: la pérdida de valores. Sobre ella podemos actuar de manera inmediata, local, global, personal e institucional.
Fueron la falta de honestidad, la avaricia y un deseo exacerbado de poseer más en algunos banqueros y financistas, las que llevaron, al enmarañado mundo de Wall Street, al colapso y a la consecuente caída de la economía estadounidense y global, la pérdida de millones de empleos, la quiebra de compañías, la contracción de sectores industriales completos como el automovilístico, el turístico y el de bienes raíces, así como al aumento de la pobreza y la desesperanza.
Es la irresponsabilidad social y ambiental de ciertos individuos, empresarios y entidades públicas, la causante de los problemas energéticos, la contaminación de las aguas y el calentamiento global. Es la búsqueda de dinero fácil la que ha llevado a algunos funcionarios públicos, policías y jueces a la corrupción, y al establecimiento de negocios ilegales, como la trata de personas, el narcotráfico o el lavado de dinero.
Nuestro sistema judicial es de lo más sagrado que tenemos y es lo que nos ha permitido mantener la confianza en nuestro país, en las leyes y en la justicia. No obstante, con mucha tristeza debo reconocer que, con mucha frecuencia, hemos sido testigos de procesos en los que por aspectos técnicos se absuelve a personas que todos sabemos que han cometido delitos y que debían pagar por ellos.
La familia. Aunque resulte duro reconocerlo, todo esto empezó en el seno de nuestras familias, donde perdimos el compromiso con la formación de los valores de nuestros hijos. De ahí han surgido funcionarios corruptos, empresarios abusivos, y ciudadanos irresponsables.
Con tristeza pero con valentía, debemos aceptar que esto nos hace a todos corresponsables de lo que estamos viviendo y, al mismo tiempo, nos impone la obligación de hacer los cambios necesarios para recuperar los valores esenciales del ser humano y enderezar el camino para que Costa Rica vuelva a ser el país seguro del que tan orgullosos nos sentíamos tan solo hace unos años.
Varias instituciones educativas como la Universidad EARTH y otras hemos abrazado la causa de fortalecer los valores humanos, por medio del proceso formativo y, en nuestro caso, los logros alcanzados en los casi 20 años de labor, son significativos. Nuestros graduados son las semillas que estamos esparciendo por todo el continente americano y más allá. Su impacto comienza a percibirse en su compromiso social y ambiental y en el bienestar que están produciendo dondequiera que se encuentren. Ellos están demostrando la vivencia de los valores por medio de sus actos: mediante la formación de empresas social y ambientalmente responsables, y su compromiso y contribución al desarrollo de sus familias, sus comunidades y sus naciones. Si bien los resultados son positivos, no basta con este esfuerzo para darnos por satisfechos. Todos debemos comprometernos a iniciar, en la etapa temprana de la niñez, la formación en valores y, como padres y madres, predicar siempre con el ejemplo.
No podemos aceptar como buena la compra de artículos robados, la explotación de nuestras servidoras domésticas, el uso del tiempo del trabajo para atender asuntos personales, dejarnos con un objeto encontrado que no nos pertenece, ensuciar nuestras calles, ríos y ciudades con desechos, maltratar a un miembro de nuestra familia o a cualquier otro ser humano o cobrar u ofrecer paga para acelerar un trámite, entre muchos otros comportamientos incorrectos.
Padres de familia, maestros, políticos, empresarios, profesores universitarios, líderes comunitarios… todos estamos en la obligación de cambiar nuestra conducta y convertirnos en modelos para los niños y jóvenes que se están formando. Solo así podremos, en el mediano plazo, recuperar la honestidad, la dignidad, el respeto, la solidaridad, el compromiso social y ambiental, y la ética que nos harán libres y felices y nos permitirán vivir en paz.
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