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Sin hacer los clásicos movimientos de tanteo al inicio del primer asalto, midiendo con codazos la distancia ante su oponente, don Jorge Guardia le tira el primer gancho al hígado a doña Laura Chinchilla por haber seleccionado como candidato a la segunda vicepresidencia a don Luis Liberman, un profesional académico universitario, con trayectoria de banquero en el campo empresarial, pues su bolita de cristal le hace suponer que sus recomendaciones en el consejo económico estarán estrictamente influidas por los intereses privados y no por sus valores y talento profesional.
Es curioso porque don Luis ya hizo público su pensamiento y compromiso de acción, más bien orientado a alcanzar el crecimiento de servicios, calidad de vida y la inversión en educación, donde necesariamente se cuenta con el involucramiento del Estado en inversión pública que me parece está en el ideario de don Jorge Guardia, liberal declarado, pero deslindándose en ciertos aspectos de los caminos para enfrentar la política social de sus adeptos.
Codazos inofensivos. En este punto no vemos que don Jorge tome ventaja en el puntaje de los jueces; sus ganchos no llevan suficiente fuerza y son fácilmente asimilados por la buena condición demostrada de la candidata, a pesar de los codazos que le tiran, acusándola de recuperarse con hidratantes isotónicos marca "Aristade".
Luego se tira don Jorge, aceptando que lo acusen de “diablo repartiendo escapularios...” con una interesante secuencias de golpes a la izquierda y a la derecha, arriba y abajo, que nos confunden, aunque no cuesta perfilarle su estilo de pelea hasta el punto que podemos darnos cuenta de que se golpea solo y se gana sus propios moretones.
Está grogui, mareado, no recuerda su apoyo a la banca privada y sus políticas liberales en sus propuestas en el Banco Central y nos dice que la derecha no es sinónimo de ser liberal. Entonces, digo yo, que resuciten a Adam Smith para que dicte línea: derecha, centro o ¿? (que conste no le temo al liberalismo o neoliberalismo aunque me inclino por otros enfoques de solución).
Adorna sus saltos en el combate, guiñando el ojo a Ottón Solís por sus valoraciones éticas, pero objetándole coherentemente –como liberal neo– su “paternalismo agrícola”. Acusa subliminalmente al gobierno actual, al que califica de derecha y no liberal como estamos acostumbrados a escuchar la queja de las izquierdas y socialdemócratas ortodoxos, por proponer, según él, la intervención del Estado en supuesto beneficio del Estado mismo y no de los más pobres.
Aquí, nos sentimos nuevamente con la vista nublada, mareados pues ataca las zonas francas reguladas, sabiendo que son generadoras de empleo masivo de mayor valor agregado que permiten repartir riqueza, sacrificándose el aporte directo al Estado que podría beneficiarse a sí mismo; caso contrario en competencia pura de naciones, perderíamos esas inversiones y salarios justos que llegan directo al trabajador que a su vez genera renta.
Abre la guardia. Por último, se tira contra su más afín agrupación política el Movimiento Libertario y también les manda sus golpecitos pero menos potentes, por la acción de algunos adeptos supuestamente reticentes a mayor compromiso estatal con los más pobres; sin embargo, se deja meter un gancho al mentón de parte de Otto Guevara que le mueve la cabeza de un lado al otro en señal de Sí a su ataque certero al coco de la inseguridad ciudadana.
Debemos aceptar que don Jorge le ha puesto bonito al pugilato, se mueve corrongo en el ring , hace las de primo Carnera con sus vueltas en la lona, pregona y vocifera como Mohamed Alí, a algunos los ataca como Isaac Marín a otros a lo Humberto Aranda; pero en sus últimos combates se le nota claramente que abre la guardia como el más combativo fajador, so pena de terminar con el pómulo o la nariz esponjada, perdiendo su estilo que más le luce: el del fino técnico que ha demostrado ser.
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