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Debbie Ponchner
Los bosques secundarios que crecen a lo largo del trópico americano parecen, a simple vista, ser áreas saludables de regeneración boscosa. Son zonas que alguna vez fueron taladas, pero ahora han regresado al dominio de la naturaleza.
Pero, al mirar sus entrañas los árboles revelan que su diversidad genética es muy limitada; una situación que compromete la habilidad de la especie para sobreponerse ante eventos adversos, como enfermedades y cambios climáticos.
Esa es la realidad de la población fundadora de un bosque joven que crece aledaño a la reserva biológica La Selva, en Sarapiquí, Heredia.
Uzay Sezen, Robin Chazdon y Kent Holsinger, biólogos de la Universidad de Connecticut, Estados Unidos, desarrollaron en dicho bosque un estudio genético pionero que identifica a los progenitores de los árboles del bosque secundario.
Su meta fue determinar el flujo de genes entre el bosque primario aledaño y la población fundadora del bosque secundario. Para sorpresa de los investigadores, el flujo de genes fue muy bajo pues más de la mitad de los árboles del bosque secundario son "medios hermanos": comparten entre sí a uno de sus progenitores.
La investigación, cuyos resultados se publican hoy en la revista Science , estudió al árbol Iriartea deltoidea , conocido popularmente como palma dulce. "Elegimos esa especie pues pensamos que sería un buen indicador de lo que sucede en los bosques de América", explicó Uzay Sezen, en una entrevista telefónica.
En busca de padres. Para determinar los respectivos parentescos de los árboles, los investigadores aplicaron una técnica llamada DNA fingerprinting (huellas dactilares de ADN).
Tras obtener muestras de ADN de 130 árboles del bosque secundario y de 66 árboles del bosque primario aledaño, en el laboratorio analizaron los perfiles genéticos de las palmeras. Luego, con esos datos, definieron los nexos de padre e hijo.
El análisis reveló que tan solo dos árboles del bosque primario aportaron el 56 por ciento de los genes de la población nueva. El restante 44 por ciento de los genes provino de 23 árboles, mientras que 41 árboles del bosque primario no tuvieron descendencia.
"Estábamos esperando contribuciones (genéticas) de varios árboles adultos del bosque primario, pero para nuestra sorpresa, esa no fue la situación", cuenta Sezen.
Son resultados preocupantes. El bosque estudiado se encuentra en un área privilegiada pues es vecino de un bosque primario con gran riqueza de árboles sanos y animales que dispersan su semilla.
Esto lleva a los biólogos a preguntarse cuál será la situación de los muchos otros bosques que tienen a su alcance un grupo más limitado de árboles progenitores.
Robin Chazdon, quien ha estudiado los bosques secundarios costarricenses por casi tres lustros, señala que el estudio refleja que la pérdida del bosque primario es aún más significativa que lo que antes se había pensado.
"Tomará el paso de muchas generaciones para que la diversidad genética del bosque secundario logre alcanzar el nivel que originalmente pudo tener, antes de que el hombre lo talara", dice Chazdon.
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