No hubo grandes altares ni pésames en pancartas como en México, tampoco multitudes llorando como en Italia. Lo que sí hubo por el fallecimiento de Juan Pablo II ayer en Costa Rica fue mucha tristeza, oraciones sentidas y un luto evidente entre los feligreses de las misas dominicales.
Los costarricenses acudieron a los servicios con varias misiones: rezar por el Sumo Pontífice fallecido, celebrar el día de la Divina Misericordia y cumplir con la misa del domingo. Por supuesto, la tristeza marcó toda la jornada, a pesar de que los sacerdotes animaron a los fieles diciendo que Karol Wojtyla pasó a mejor vida.
La vigilia de oración por el Papa en la basílica de los Ángeles, en Cartago, se clausuró ayer con una eucaristía al mediodía. El templo estuvo repleto de peregrinos que visitaron a la virgen de los Ángeles y se hincaron a rezar frente a un retrato de Juan Pablo II.
A eso de la 1 p. m., el padre José Alberto Brenes aprovechó la solemnidad de la exposición del Santísimo y al apoyo de la gente en las oraciones de la Divina Misericordia para agradecer a Dios por Juan Pablo II: "Ese hombre tan grande que, como Pedro, condujo la barca de la iglesia Católica".
Los feligreses lo siguieron con atención, algunos con ojos llorosos y otros con sus propias oraciones.
Al final el sacerdote pidió un aplauso en el día de la Divina Misericordia, el cual fue frío y solo se convirtió en un gran batir de palmas cuando un miembro del coro dijo: "¡Y qué viva Juan Pablo II!".
Los ticos no solo llevaron el luto en el corazón, sino también en la ropa. En un recorrido por las misas en la Catedral Metropolitana, en La Dolorosa y en La Merced se notó que predominó la vestimenta color negro o negro y blanco como manifestación de luto, según manifestaron algunos católicos.