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Caos, violencia y hambre reinan en sur de EE. UU.

Nueva Orleans. varias agencias. Miles de sobrevivientes están pasando por una pesadilla entre calles inundadas y barrios destruidos.
Cientos tienen dos noches de dormir sobre los duros techos de sus casas, sin agua o alimentos, y con el agua aún subiendo porque los diques no aguantaron.
Para otros la espera es más dura porque tuvieron que colocar marcas negras o rojas para indicar que hay cadáveres por recoger.
Incluso quienes no quedaron encerrados por la inundación están viviendo bajo la ley de la jungla. "Es como una zona de guerra. Hay saqueos y tiroteos. He visto gente pegándole a mujeres. Esto es (...) horrible", dijo un hombre que solo se identificó como Jason.
Salir de la ciudad o al menos llegar al refugio, en el Superdome, sin transporte y con las vías destruidas o inundadas es prácticamente imposible. "La Policía nos dijo que estamos por nuestra cuenta", comentó Elisha James.
Según explicó, han pasado numerosos camiones militares "con espacio" pero ninguno se detuvo.
Evelyn Turner no recibió ninguna ayuda mientras llevaba el cadáver de su esposo, Xavier Bowie, envuelto en una sábana y sobre una tabla de madera flotando por las calles. Durante más de una hora, Turner esperó inútilmente en las afueras del Barrio Francés mientras pasaban algunos automóviles.
"Esto es ridículo", dijo entre sollozos. Su esposo tenía cáncer y murió ahogado mientras ella buscaba ayuda durante la inundación.
En Biloxi, Misisipi, casas y negocios fueron saqueados y hay familias enteras sin comida. "Tenemos niños que no han comido. Sé que esto toma tiempo, pero esto es una locura", comentó Julisa Clay.
Ahí los camiones militares fueron rodeados por tumultos de gente desesperada que, sin embargo, no lograron nada. "No recibimos nada de agua", dijo Linda Murphy, madre de un bebé.
Quienes sí lograron llegar al refugio tampoco la están pasando bien. En el Superdome, donde hay 30.000 personas, los servicios sanitarios no funcionan y las montañas de basura crecen.
La frustración es cada vez mayor. "No tengo nada. Necesito algo para dormir. Por favor, necesito una sábana", le dijo ayer un hombre a una voluntaria en el refugio Lamer Dixon.
"Señor, lo siento, pero usted va a tener que tener paciencia", le respondió ella. "Estamos viendo qué tenemos, para priorizar".

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