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Con singular audacia, don Rodrigo Carazo, bajo cuya presidencia nuestro país sufrió la crisis económica más grave de la segunda mitad del siglo XX, y cuyo gobierno duplicó la pobreza, pretende dar cátedra sobre políticas públicas.
En el artículo "TLC aprobado por un voto" (Foro, 5/9/06), transita hacia la irresponsabilidad, atacando sin argumentos al TSE, pilar de nuestra institucionalidad democrática.
Costa Rica sabe con certeza el resultado de las elecciones presidenciales. Tras un minucioso recuento manual de votos y atender todas las denuncias, el TSE declaró ganador a don Óscar Arias, por una diferencia de 18.169 votos. De este resultado no hay duda, así ha sido reconocido nacional e internacionalmente. Si don Rodrigo tuvo evidencia que justificara la más mínima duda sobre el resultado, era su deber insoslayable presentar una denuncia formal. Caso contrario, debe retractarse públicamente de su infundada afirmación.
Empleos en peligro. En cuanto al TLC, los argumentos del expresidente Carazo no resisten examen. Una de las ventajas de un tratado comercial es que, lejos de ser una concesión unilateral que puede ser retirada en cualquier momento, es un contrato que obliga a las partes, establece derechos y obligaciones, así como un mecanismo de solución de controversias comerciales.
Los responsables comerciales de Estados Unidos han indicado claramente que ese país no tiene interés en renovar la Iniciativa de la Cuenca del Caribe ni otros sistemas de preferencias comerciales, por lo que la exclusión de Costa Rica del TLC pondría a nuestros productores en desventaja competitiva frente a los del resto de Centroamérica.
Por eso, miles de empleos de trabajadores costarricenses ya están en peligro y empresas de larga tradición productiva están analizando trasladarse a otros países, si el nuestro no llega a ratificar el TLC.
Ignorancia sobre China. Don Rodrigo entiende exactamente al revés las lecciones que se derivan del éxito exportador de China continental, que, en efecto, no tiene un tratado de libre comercio con EE. UU. Ese país puede competir, entre otras cosas, por el bajo costo de su mano de obra (es decir, con base en la pobreza de sus habitantes) y por su peso geopolítico y económico, al que nuestro país no puede siquiera aspirar. Costa Rica requiere consolidar otras ventajas competitivas, que tienen una base nacional (salud, educación, políticas sociales, ambientales, infraestructura), pero que encuentran en el TLC un complemento esencial.
Por último, pareciera que confunde la importancia relativa del comercio internacional para las economías pequeñas y para las grandes. Las exportaciones norteamericanas a Centroamérica representan un pequeño porcentaje del PIB, mientras que para nosotros EE. UU. representa el destino del 50% de nuestras exportaciones; de ese país se origina la mayor parte de la inversión extranjera directa que ingresa a nuestro país. Si mañana Costa Rica cerrase sus fronteras a los productos de EE. UU., el efecto sobre la economía de ese país sería mínimo. Si sucediese lo contrario, nuestra economía colapsaría.
Lo que Costa Rica necesita no es “llevarla suave”, como aconseja el expresidente Carazo. Un país que, tras una larga e improductiva siesta se pone de pie y camina, no necesita que le digan que se siente de nuevo, a esperar no sabemos qué. Necesita, por el contrario, el concurso y la ayuda de todos sus ciudadanos para avanzar con paso firme, para derrotar la pobreza y para construir un futuro en que la prosperidad sea compartida.
En estos primeros días el Gobierno ha demostrado que está preparado y decidido a cumplir con la responsabilidad que los costarricenses delegaron en él. Costa Rica necesita salir de la ingobernabilidad en que está inmersa, y la forma de hacerlo es tomando decisiones. Aquí lo único que está por verse es quién quiere seguir llevándola suave y quién quiere ponerse a trabajar por el país.
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