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Paz y convivencia ciudadana

Con preocupación, vemos tendencias que parecen contrariar nuestra imagen pacifista

Los costarricenses hemos asumido la paz como algo muy propio, consustancial a nuestra idiosincrasia y a nuestro estilo de vida. Sin embargo, es hora de hacer un alto en el camino y preguntarnos si verdaderamente seguimos honrando tan noble condición.
Es cierto que somos una de las más antiguas democracias de nuestro continente y que en el país ha privado el respeto por el diálogo y la institucionalidad. Es cierto que abolimos el ejército y con ello la tentación autoritaria que condujo a muchas sociedades por la senda de la violencia. Es cierto que hemos abrigado e impulsado hermosas causas a favor de la paz en el mundo, lo que nos llegó a distinguir con el honroso reconocimiento del Premio Nobel de la Paz hecho al presidente Óscar Arias Sánchez.
Sin embargo, cuando analizamos manifestaciones propias de la convivencia cotidiana entre nosotros, vemos, con alarma y preocupación, tendencias que parecen contrariar esta imagen pacifista de los costarricenses.
Aumento evidente. Por ejemplo, la tasa por habitante de los delitos denunciados se incrementó en más de un 100 por ciento entre 1985 y el 2003; las tasas de victimización pasaron de 15 por ciento a inicios de la década de 1980 a casi 40 por ciento en el 2004; y la tasa de mortalidad de los accidentes de tránsito aumentó en 2 puntos en los últimos 10 años.
Abona a esas manifestaciones de agresividad y hostilidad el incremento en la adquisición y el uso de armas de fuego, instrumentos letales que ocasionan muertes violentas en el país.
Todos estos elementos demuestran que nos alejamos de ese paradigmático modelo de sociedad pacífica que ha caracterizado a Costa Rica a lo largo de su historia. Si bien es cierto, esta situación no la padece solamente nuestro país, existen en el mundo dos tipos de modelos para afrontar estas tendencias que degradan el capital social.
La primera consiste en respuestas estrictamente de control y sanción; es decir, en intensificar los poderes sancionatorios del Estado, y hasta de grupos paraestatales, para castigar y reprimir las conductas violentas. La otra busca complementar los necesarios mecanismos de control y sanción que toda sociedad debe poseer, con acciones que identifican los factores subyacentes a estas manifestaciones de violencia y actúan oportunamente sobre ellos. En el primer caso se busca actuar sobre las manifestaciones de la violencia; en el segundo, el énfasis se da sobre las causas que provocan la violencia. El primer tipo de políticas corre el riesgo de inflar la espiral de violencia, como ha sucedido en materia de combate a las maras en países como El Salvador y Honduras. El segundo tipo de medidas genera más bien círculos virtuosos que permiten a los individuos buscar opciones de vida lejos de la droga, la violencia y la criminalidad.
Duros con las causas. En consonancia con la propuesta de la presente administración de ser duros con la delincuencia, pero más duros aún con las causas que la provocan, hemos instituido, en el Ministerio de Justicia, un Programa para la Promoción de la Paz y la Convivencia Ciudadana, que tiene por objetivo promover un conjunto de acciones en coordinación con diversas instituciones públicas y privadas que les permitan a los habitantes del país, y muy especialmente a los niños y jóvenes, desarrollar actitudes, destrezas y valores para la convivencia pacífica.
El programa coordina iniciativas que emprenden diversas instituciones y considera acciones como la resolución alterna de conflictos, la conformación de redes y contratos locales para la prevención de la violencia, la reinserción de niños y jóvenes en riesgo social, y actividades recreativas y culturales para la promoción de valores y actitudes constructivas. También promueve medidas que actúan sobre factores directamente asociados con la incidencia de la violencia, como el consumo de sustancias psicoactivas y el uso de armas de fuego, entre otros.
Nuestro deseo es brindar a las personas instrumentos que les permitan retomar un camino de convivencia pacífica con quienes los rodean porque, como sabiamente señaló Benjamín Franklin, "o caminamos todos juntos hacia la paz, o nunca la encontraremos".

  • POR Laura Chinchilla Miranda
  • Opinión
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