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Monumento a Juan Pablo II se develó entre gran fervor y aguacero

Un gentío acudió a ver y aplaudir la obra de Jorge Jiménez Deredia Lluvia empapó a los asistentes. La gente esperó para tocarla y fotografiarla

El monumento a Juan Pablo II fue develado ayer en la esquina noroeste de la catedral metropolitana en medio de gran fervor, aplausos, palomas, globos y un fuerte aguacero que acortó el acto oficial al mínimo tiempo.
Después de 12 días de estar tapado con plásticos y telas, un Juan Pablo II de mármol de Carrara (Italia) y 4,10 metros de altura fijó su mirada en San José, acompañado de una niña atenta a su guía y de una mujer que se apoya en él para levantarse.
De inmediato, los ticos se acercaron a la obra, palparon sus formas, texturas y detalles y se tomaron fotos con ella.
Pasado por agua. Tras una misa solemne de una hora y media, un gentío esperó, en la calle 0, el Parque Central y parte de la avenida 2 de San José, a que quitaran la tela blanca que cubría la escultura creada por el costarricense Jorge Jiménez Deredia.
A las 11:14 a. m., el artista, radicado en Italia, salió de la Catedral Metropolitana en compañía del presidente Óscar Arias –quien no estuvo en la misa–; monseñor Hugo Barrantes, arzobispo de San José, y Johnny Araya, alcalde de San José.
El escultor Jorge Jiménez Deredia fue el primero en tomar la palabra, después de una gran ovación de los presentes.
Tan pronto el artista explicó que la escultura contiene un mensaje de esperanza y muestra la humanidad del extinto Papa, las gotas de lluvia se hicieron presentes.
Esta situación hizo que Jiménez Deredia dijera: "La lluvia es una bendición".
Aquello pronto se convirtió en un fuerte aguacero, y el Arzobispo y el Alcalde de San José no tuvieron más remedio que dirigir un escueto mensaje a los invitados, patrocinadores del proyecto y espectadores, mientras unos huían y otros se quedaban bajo sombrillas y paraguas.
En eso, la tela cayó, se soltaron palomas y globos, y los presentes aplaudieron.
“Me gusta mucho la obra... Yo admiro a Jiménez Deredia”, dijo el Presidente de la República.
Lo que la lluvia no se llevó. El aguacero duró menos de media hora; cuando se fue, los espectadores se acercaron a la estatua.
Primero, avanzaron de forma tímida; después subieron hasta la obra, la tocaron y la fotografiaron desde todos los ángulos.
La lluvia no se llevó el ambiente de fervor y cariño hacia aquel Papa que visitó Costa Rica en 1983 y que es recordado de forma permanente en una céntrica esquina de la ciudad de San José.

  • POR Doriam Díaz / ddiaz@nacion.com
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