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Las historias del señor Lomborg

El calentamiento del mundo es una peligrosa realidad de incalculables consecuencias

Desde estas páginas, el 10 de setiembre, el señor Bjorn Lomborg, profesor adjunto de una Escuela de Negocios de Copenhague, trata de desacreditar la película Una verdad inconveniente, del exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore, sobre el calentamiento global, resultado del efecto invernadero en la atmósfera produ-cido por la quema indiscriminada de combustibles fósiles, y sus graves riesgos.
Nada es más falso y contrario a las verdades establecidas por los hechos y la ciencia. Árboles sueltos y el desconocimiento del sistema no dejan al señor Lomborg ver el bosque, y lo llevan pontificar sobre lo que no es cierto.
Tal como lo expone un magnífico reportaje en el último número de The Economist, coincidente con informes de Comités Científicos de las Naciones Unidas que llevaron a la firma del Protocolo de Kioto, así como el criterio de la mayoría de los científicos sobre el tema, dicho fenómeno es una peligrosa realidad de incalculables consecuencias.
Son incalculables porque el clima de la ecosfera es un sistema de inmensa complejidad, en el que interaccionan múltiples fuerzas que se refuerzan o se frenan, por lo que no resulta posible al momento predecir el resultado en todos sus alcances de un fenómeno cierto: el efecto invernadero y su aceleración desenfrenada en los últimos 30 años, lo que será cada vez mayor por la incorporación masiva de China y la India al club de los países grandes productores de CO2 y metano, encabezado por Estados Unidos.
Desastre mundial. Existe coincidencia en que, en los próximos cien años, el clima de la Tierra aumentará entre 1,4 y 5,8 grados centígrados. Dependiendo de lo que alcance, al momento impredecible por las complejidades ignoradas del sistema y su evolución, el desastre global, solo por aumento del nivel del mar producto del deshielo de los casquetes polares, sería de inmensas proporciones, sin contar la intensificación de huracanes monstruo, sequías, inundaciones, calores, etc.
A los factores naturales –variación del eje de giro de la Tierra o de la órbita de esta alrededor del Sol, y otros– que en el pasado han ocasionado grandes cambios de clima, se une ahora, como factor desequilibrante de un delicado sistema cuya alteración equivale a la apertura de la caja de Pandora, la acción humana innecesariamente derrochadora de recursos y de combustibles, que a pasos acelerados llena la atmósfera de gases que la convierten en un invernadero que impide que el calor del Sol se refleje de nuevo al espacio, y aumenta peligrosamente la temperatura, lo que a su vez desata fuerzas y efectos productores de catástrofes globales.
Por causas naturales, hace 50 millones de años, el clima era mucho más caliente y no había hielo en los polos. Obviamente, el nivel del mar sobre los entonces continentes sería mucho más alto. Hace apenas 18.000 años, en la última cíclica Edad de Hielo, las regiones más al norte y al sur estaban cubiertas de hielo y el nivel del mar estaba 180 metros debajo del actual.
Hace 10.000 años, coincidente con la emergencia de la civilización humana, empezó el actual clima templado; pero, en los intervalos, los registros fósiles indican variaciones de hasta 20 grados centígrados en una década.
En este caso es una causa artificial, la acción humana, lo que causa que la manija de la temperatura, como dice The Economist en su portada, esté puesta en "on".
Absurdo e intereses. A lo peligroso de la situación se unen lo absurdo de ella y los intereses de corto plazo que impiden que se revierta.
En los Estados Unidos, el mayor productor de CO2 son las plantas generadoras de electricidad a partir de la quema ineficiente de hulla. Compiten los ineficientes y pesados autos y la quema de combustibles para la calefacción.
Si se remediase aquella, así como la pérdida innecesaria de electricidad en la transmisión, y, por otra parte, se fabricasen los autos con materiales de carbono que pesan la mitad, el consumo se reduciría drásticamente.
En cuanto a la calefacción, se derrocha la mayor parte, lo que se evitaría con solo instalar, en las casas y edificios, aislantes suficientes, que conservarían el calor en el invierno y los haría frescos en verano; en este último caso se ahorraría además electricidad, y, por ende, hulla.
No es difícil, por tanto, adivinar los intereses, tan allegados a la Casa Blanca, opuestos a la firma del Protocolo de Kioto por los Estados Unidos, camuflados con ideología y con cálculos fantasiosos de costo.
Esa actitud ha comenzado a resquebrajarse por la acción responsable de algunas grandes empresas, como GE, Ford, Toyota, British Petroleum y otras, que más bien ven inteligentemente oportunidades de negocios en el cambio de paradigma y de tecnologías.
La civilización está ante un gran peligro que puede afectar su existencia y que debe afrontar con la verdad, y con la debida exigencia de la correspondiente acción política. Para ello hay que desenmascarar las historias falsas que pretenden negarlo.

  • POR Juan J. Sobrado
  • Opinión
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