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Don Jacques Sagot, con su habitual combinación de elegancia formal (esta vez un poco menos) y hondura crítica (esta vez un poco más, si cabe), denuncia el "regalo" de títulos en las universidades privadas en un destructivo juego de engaños colectivos, mutuos, en donde –concluye– que “aquí nadie es inocente”.
No sé si alguien, algún día, emprenderá la escritura de la historia de la educación superior privada en Costa Rica. Albergo la duda porque, por lo que he podido conocer de primera mano, quien lo hiciere se ganaría unos cuantos enemigos, de cierta enjundia, dado el poder económico adquirido en tan suculento negocio.
Por supuesto que habría capítulos encomiables, pero a partir de la “liberalización”, el sacrosanto mercado ha hecho de las suyas: envió muy eficientemente las “señales” de dónde había que invertir los recursos disponibles y, ¡sorpresa!, cincuenta universidades en nuestro populoso país.
Por otra parte, como es bien sabido, a medida que aumenta la oferta a mayor ritmo que la demanda, las perspectivas de retorno sobre la inversión disminuyen. En tal tesitura, hay dos opciones: realizar una fuerte inversión para captar un segmento de mercado que exige la más alta calidad… o tener alguna cochera amplia y habilitable, para atraer a una clientela deseosa de pagar poco, estudiar poco y recibir poco, con tal de que se le expenda el título que, por ley, gozará de la misma validez formal que el de la más acreditada universidad del país.
No dudo de la legalidad en el quehacer de las universidades privadas, de hecho ya alguna ha sido cerrada por sus flagrantes incumplimientos.
Sin embargo, como sucede tan a menudo en Costa Rica, el escrúpulo infatigable –y muchas veces realmente ingenioso– radica en acatar la letra de la ley, dejando al margen su espíritu.
Por ahora, con el aliento de recién haber visto la espectacular y corrosiva última entrega de Batman , confiemos en que, al final, ganarán los buenos, eso sí, con tamaño número de víctimas. En este caso el Guasón será el mercado…
¿Y las universidades públicas, a las que el señor Sagot también achaca “casos de indigencia intelectual verdaderamente alarmantes”?... ¿Andará también el Guasón por ahí repartiendo sus naipes?... Uhmmm, creo que el personaje metafórico, en su caso, es Dos Caras : Una noble, benemérita, alejada de consideraciones mercantiles; otra, que se ha dañado gravemente por la intrusión de la politiquería y por la falta de competitividad a que conducen las normativas (convenciones, por ejemplo) rigurosas en la defensa de derechos, pero contemporizadoras en la exigencia de responsabilidades.
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