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Extranjeros

Los ciudadanos de origen extranjero deben tener, por ley, todos los derechos

No más comenzada nuestra vida independiente, un nicaragüense, el bachiller Rafael Francisco Osejo, se convirtió en el alma de las fuerzas patrióticas. Osejo fue, entre otras cosas, cofundador de nuestra primera universidad, la de Santo Tomás (en realidad se llamaba "de Costa Rica"), y autor del primer libro editado en el país.
Un ex presidente, Francisco Morazán, prócer de la unidad centroamericana, era también extranjero: había nacido en Honduras. El foráneo más querido de nuestro pueblo es el general José María Cañas, héroe del 56, dirigente militar de nuestra campaña contra los filibusteros.
No los olvidemos. En esa misma guerra tuvieron lugar destacado tres extranjeros hoy desdichadamente casi olvidados. Uno de ellos es Adolphe Marie, francés, algo así como el primer ministro de Cultura que tuvo el país y activista internacional en favor de la causa patria; el segundo fue el alemán Alexander van Bulow, ingeniero, constructor de caminos y estratega de nuestra marcha hacia Nicaragua, acción clave en nuestro triunfo en esa guerra (él murió en Liberia, víctima del cólera, después de combatir en Rivas): el tercero es Karl Hoffmann, también alemán, médico del ejército libertador.
Es imposible nombrar a todos los extranjeros o costarricenses nacidos en otras tierras que dieron su aporte al crecimiento de nuestro país. Olvidar a alguno sería un crimen, pero me vienen ahora los nombres de los sabios Juan Rudín y Henri Pittier (que también es gloria de Venezuela), ambos de origen suizo, y de los españoles Juan y Valeriano Fernández Ferraz, a cuyos nombres está ligada la historia de la educación costarricense.
Hablando de los venidos de España, fue impresionante el aporte de los catalanes. Fueron pieza fundamental en la lucha contra la dictadura de los Tinoco, donde destacaron principalmente los Güel y el padre del expresidente Figueres Ferrer. También fue enorme el aporte de don Pepe Raventós, creador del teatro que hoy lleva el nombre de Melico Salazar.
Los Lehmann, los Fesderspiel, los Rohrmoser, los Keith, los Garnier y los Fournier y muchos otras familias de emigrantes han dejado un rastro imborrable. Un costarricense de apellido Fournier es director artístico del Teatro La Scala de Milán, como todos saben, uno de los más importantes del mundo.
Los periodistas tenemos el enorme privilegio de haber tenido en nuestro gremio a muchos extranjeros, entre ellos al mejor de todos los tiempos, el poeta nicaragüense Rubén Darío.
La peor infamia. Hablar contra los extranjeros o contra los ciudadanos de origen extranjero es uno de los recursos de peor estofa en las discusiones. No quiero poner epítetos, pero el peor régimen político de toda la historia de la humanidad se asentó sobre la lacra del racismo y la xenofobia, dos de las peores infamias que pudo haber inventado el ser humano.
Los ciudadanos de origen extranjero tienen por ley todos los derechos, con la sola excepción de ocupar la presidencia de la República (desdichadamente). Por lo demás, son ciudadanos como todos nosotros.
Pilar Cisneros es mi jefa, además de mi amiga, y por eso tengo poca autoridad para hablar de ella. Nació en Perú de padres peruanos, pero ha vivido y engrandecido a Costa Rica desde hace muchos años. Entre otras cosas, es esposa de un magnífico costarricense y madre de magníficos muchachos ticos.
Dice un precepto bíblico que lo que condena al hombre no es lo que entra por su boca, sino de que sale de ella.
Y lo que sale de la boca de algunos, cuyos nombres prefiero no recordar, los retrata en su verdadera ralea.

  • POR Manuel Delgado
  • Opinión
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