Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Marco Vinicio Ureña Valverde (alias Pichón, de 37 años) fue condenado ayer a 15 años de prisión por asesinar de dos balazos a un joven de 17 años por un lío pasional.
Los jueces del Tribunal Penal de Desamparados dictaron la sentencia, a pesar de que Ureña no se presentó a la lectura del por tanto, de la que había sido notificado personalmente desde el martes.
Por eso, los jueces Rodrigo Vásquez, Ana Patricia Mora y Edwin Jiménez decretaron la rebeldía del imputado y giraron una orden de captura para que descuente seis meses de prisión preventiva mientras queda en firme el fallo.
El crimen de Ronny Antonio Centeno Abarca (17 años) se produjo el 6 de febrero del 2009, en el precario Primero de Mayo, en San Juan de Dios de Desamparados.
La víctima se encontraba conversando con un amigo en la vía pública cuando Ureña llegó armado, a eso de las 6:30 p. m., a bordo de una motocicleta conducida por un desconocido.
Ureña se bajó de la moto para increpar a Centeno y reclamarle por haber sido novio de una adolescente de 14 años, con la que él mantenía una relación.
En medio de la acalorada discusión, apuntó su arma hacia Centeno y le propinó dos balazos en el abdomen y el tórax, y escapó.
Cuando la madre de la víctima se presentó en el sitio, su hijo, quien aún permanecía consciente, le reiteró en varias ocasiones que Ureña fue quien disparó.
Lío pasional. El Tribunal Penal concluyó que el homicidio de Centeno se produjo tras un conflicto por una mujer, quien estaba embarazada del imputado.
La madre de Centeno declaró en el juicio que su hijo mantuvo una relación de noviazgo con la adolescente, pero terminó porque el joven cayó en las drogas.
En ese momento, la adolescente inició una relación con Ureña, pero como Centeno se estaba recuperando de la drogadicción, la madre le pidió a la joven que volviera con su hijo.
El día del homicidio, Centeno recibió dos llamadas al teléfono de su casa a las 3:45 p. m. y 4:30 p. m. La madre sospechó que algo grave ocurría, pero nunca supo quién había llamado.
Los registros de llamadas revelaron que procedían del celular de Ureña, desde Aserrí, de donde él es vecino. Esto permitió establecer que hubo comunicación entre ambos.
Los jueces señalaron en la sentencia que el agresor no merece la pena mínima por homicidio, debido a que la motivación del crimen fue muy vana; además, el ataque fue cruel y abordó a la víctima de manera desprevenida.
El Tribunal también condenó a Ureña a pagar ¢2 millones a la familia por daño moral.
Este documento no posee notas.