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El ambiente nuestro de cada día

Si algo es notorio es la falta de ordena-miento territorial, sobre todo en el entorno urbano y su periferia.

Reflexionar sobre la situación y perspectivas del desarrollo sostenible en Costa Rica requiere mirar al pasado y valorar la evolución humana en relación con su territorio.
El presente siglo ha sido testigo de grandes transformaciones en su entorno natural y social. En lo humano, ha significado el paso de un país relativamente despoblado (300.000 habitantes en 1900), con una sociedad rural, atrasada, mayoritariamente pobre y una economía de monocultivo, a un país de casi cuatro millones de habitantes, que ocupa el segundo lugar en América Latina en términos de calidad de vida. Es una sociedad moderna, tecnificada, más diversa, cosmopolita, con un desarrollo industrial pujante y cada pez más influenciada por las diversas facetas, positivas y negativas, de un globalismo creciente.
Estos 100 años pasados han sido testigos de un incremento en riqueza material y de mayores opciones de decisión para el ciudadano común en aspectos como educación, salud, movilidad, comunicaciones, entretenimiento, alimentación, vestido y vivienda, entre otros.
Este acelerado crecimiento y nivel de desarrollo no ha sido gratis. La falta de planificación que conlleva satisfacer necesidades crecientes con restricciones presupuestarias, limitaciones en recursos humanos calificados, un marco institucional obsoleto, gremios egoístas y poco visionarios, y una clase política cada día más corrupta e inepta, hacen que muchos de los logros en la calidad de los servicios, equidad y ecodesarrollo sean más vulnerables.
Si algo es notorio es la falta de ordenamiento territorial, especialmente en el entorno urbano y su periferia. El país escasamente poblado de principios de siglo deja de serlo, y cerca de 4 millones de habitantes -de ellos 2 millones en espacios urbanos- ejercen actualmente presión sobre los hábitats naturales e intervenidos.
Impactos
Los impactos se manifiestan de múltiples formas: el agotamiento de la frontera agrícola, el hacinamiento urbano, la disminución de biodiversidad, la congestión y desorden del tránsito, la contaminación del aire y las aguas, la acumulación de desechos sólidos y productos tóxicos, el aumento de los conglomerados humanos en sitios turísticos, el deterioro de los servicios de salud y educación, el incremento en el número de accidentes y en la violencia cotidiana disfrazada de múltiples formas, todo lo cual incide en aspectos negativos de la calidad de vida, los cuales empiezan a hacerse evidentes en el último cuarto de siglo.
Este país de campesinos, de marcha lenta y cautelosa, en la década de 1940 y con mayor énfasis en la de 1950 busca salir del atraso y empieza a sufrir transformaciones estructurales importantes en lo político, social, económico y cultural, como parte de un proceso de modernización que le marcará para siempre. La expansión del modelo agroexportador y los procesos de colonización ponen presiones crecientes en la frontera agrícola, lo que afecta las cuencas hidrográficas y sus bosques por una deforestación acelerada con la aparición de la motosierra. A partir de 1963, con el inicio del Mercado Común Centroamericano, se inicia el modelo de sustitución de importaciones y sigue la tecnificación del agro con el uso masivo e indiscriminado de plaguicidas y fertilizantes. El impacto ambiental se hace evidente y a partir de 1970 se inicia un proceso de áreas naturales, con especial énfasis en la conservación de la diversidad biológica. Se inicia el exitoso proceso de creación de Parques Nacionales. Paradójicamente, se acentúa el deterioro urbano, y con la aparición generalizada de los empaques y productos no biodegradables, se comienza a sentir el problema de la acumulación de desechos sólidos. La falta de ordenamiento territorial urbano y de estudios hidrológicos adecuados empiezan a reflejarse en las inundaciones urbanas.
Desarrollo sostenible
Con la creación en 1986 de un Ministerio de Recursos Naturales, durante la administración Arias, surge la primer iniciativa ambiental integrada con la propuesta de la Estrategia de Conservación para el Desarrollo Sostenible, conocida como ECODES y publicada a inicios de 1990. Este esfuerzo interdisciplinario y participativo, entre otras cosas, enfatiza en la educación ambiental, la necesidad de estrategias coherentes de biodiversidad, proponiéndose la figura de un sistema nacional de áreas de conservación, la necesidad de ahorro y eficiencia energética, de tecnologías más limpias, el ordenamiento territorial y el manejo integrado de cuencas.
ECODES tiene éxito a medias, siendo particularmente importante el que el concepto de desarrollo sostenible permea casi todos los ámbitos, y las administraciones sucesivas retoman diferentes aspectos. Sin embargo, se pierde el concepto de una visión integrada de la conservación y el desarrollo. Algunas cosas se implementan, otras toman fuerza, se emiten muchas nuevas leyes, incluyendo la ley orgánica del ambiente, y nuevas reglamentaciones forestales, de vida silvestre, y de manejo y conservación de suelos.
Sigue siendo preocupante la ausencia de una ley pragmática pero tajante en lo relativo al ordenamiento territorial: no nos hemos preocupado por tomar decisiones claras para salvaguardar el hábitat humano. Es indispensable conservar nuestros mejores suelos agrícolas y proteger nuestras cuencas hidrográficas para la conservación del agua y mitigar los daños por inundaciones.
Finalmente, queda pendiente la seria amenaza de las regulaciones internacionales asociadas al libre comercio y la globalización económica, cuya normativa actualmente está por encima de las leyes nacionales y los tratados internacionales. Quizás, las voces de alarma de los ambientalistas que recientemente se manifestaron en Seattle, Estados Unidos contra la Organización Mundial de Comercio, reviertan un proceso claramente sesgado en contra de la conservación de la naturaleza y la soberanía nacional. No es posible un desarrollo sostenible con esquemas que erosionen las conquistas ambientales, sociales y democráticas de los países, en favor de un gobierno invisible al servicio exclusivo de la compañías transnacionales.
(*) Director Centro de Investigaciones en Desarrollo Sostenible, Universidad de Costa Rica

  • POR Carlos A. Quesada Mateo (*)
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