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La figura

El ingeniero Alberto Fujimori, sin dar la lucha personal que lo caracterizó en los diez años que gobernó Perú con un estilo autoritario, fue retirado del poder en su ausencia la noche del martes por el Congreso, que por amplia mayoría declaró la vacancia de la Presidencia de la República por su "incapacidad moral permanente".
Fujimori, un hombre que en 10 años estuvo al frente y dio la cara a los problemas de su país, fue en la práctica destituido mientras se encuentra en Japón, desde donde envió una carta de renuncia que la nueva y opositora mayoría parlamentaria se negó a votar tras un debate de 13 horas.
Político marginal que llegó en 1990 al poder en forma inesperada, hoy parecía asistir, si no a su ëentierro políticoí, sí a un largo paréntesis, debido a los términos de "incapacidad moral permanente", causal de vacancia prevista por la Constitución Política que alegó el Congreso.
Adicionalmente, Fujimori afrontará el juicio moral ante los peruanos, incluyendo sus propios partidarios, indignados por su viaje sin retorno definido al extranjero.
El alejamiento era inevitable en el contexto de la más grave crisis de gobernabilidad que afronta el país y cuando la oposición amenazaba con pedir la vacancia de la presidencia después que tomara el control del Congreso esta semana, en una situación inédita en la historia republicana. El retiro de Fujimori es tan fulminante como su irrupción en la vida política.
Este cazurro matemático de 62 años, quien asumió su tercer período consecutivo en julio último luego de polémicas elecciones sobre las cuales recayeron sospechas de fraude, parecía dispuesto a no resignarse a alejarse de la escena cuando anunció su intento de encabezar la lista parlamentaria de su agrupación en las elecciones adelantadas del 8 de abril del 2001.
Fujimori dijo que estudiaba la posibilidad de postularse al Congreso, en una declaración que es percibida por la oposición como intento de buscar un manto legal de protección e impunidad ante las acusaciones de corrupción contra su exbrazo derecho, Vladimiro Montesinos, y que podrían eventualmente salpicarlo.
El exgobernante buscaba ser recordado como el fundador de una nueva república del Perú, que dejó atrás conflictos fronterizos seculares (Ecuador y Chile), estabilizó al país al derrotar a las guerrillas y modernizó la economía al abrir los mercados.
Su carácter autoritario fue signo emblemático de su gestión y tuvo su ejemplo más claro cuando en 1992 disolvió el Congreso –donde tenía minoría–, asumió plenos poderes y cogobernó con las Fuerzas Armadas durante ocho meses ante la presión de la comunidad internacional.

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