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Nuevos objetivos

Para que Costa Rica recupere terreno perdido

Los días de fin de año son una excelente oportunidad para plantear muchos de los objetivos que guiarán el trabajo en el año próximo. Y lo que es cierto para la vida de cada quien también lo es para el país y para la época que nos corresponde vivir.
Es curioso, pero los ideales que impulsaron a nuestros padres a construir una gran nación parece que ya no son los mismos de esta generación ni de las futuras.
Los abuelos nos decían que la única forma de incrementar el bienestar era mediante el trabajo intenso, la persistencia en las labores diarias, la perseverancia, la obsesión porque los resultados de la productividad fueran crecientes y cada vez mejores. ¿Qué ha sucedido con la autoestima nacional, que en algún momento aspiró a convertir esta tierra en la primera en alcanzar el desarrollo en Latinoamérica?
Ideales olvidados. Nos ha invadido la ilusión de la comodidad. Cada vez pensamos más en los beneficios que podemos obtener de nuestras actividades que en el bien común y al menor costo posible. Parece que hemos olvidado la búsqueda del mejoramiento de las condiciones de vida de nuestros conciudadanos y el de las próximas generaciones.
Las hermanas deportistas Sylvia y Claudia Poll, el científico Franklin Chang y el escultor Jorge Jiménez Deredia son la mejor manifestación y prueba evidente de que el esfuerzo sin límites, el trabajo constante, la profundidad y la consistencia de las ideas, y la búsqueda de valores superiores en el trabajo cotidiano constituyen la ruta al éxito.
Esfuerzo mancomunado. Si como nación adoptaramos en todas las actividades, en la política, en la escuela, en la industria, en la iglesia, en los centros de recreo, una actitud de perfeccionamiento, de trabajo constante y en equipo, de estímulo a quienes se arriesgan a triunfar, probablemente lograríamos reorientar el rumbo del país y volver a soñar con ser los mejores de la región.
Hace algunas décadas, Costa Rica era querida en el mundo por su consistente tradición democrática, respeto a los derechos humanos y liderazgo continental en la búsqueda de las soluciones pacíficas a los grandes problemas regionales.
Hoy, a inicios de un nuevo milenio, vale la pena plantear un esfuerzo por recuperar las aspiraciones de una sociedad pequeña, pero capaz de sorprender al mundo cuando construyó un Teatro Nacional digno de los países más desarrollados, de tejer todo un sistema de seguridad social que ha sido modelo para muchas naciones, de abolir el ejército, de expandir la electrificación hasta los rincones más alejados, de asumir la educación y la formación humanista como los paradigmas del progreso. Una sociedad así puede desarrollarse y desarrollar su cultura, y sorprender de nuevo al mundo.
(*) Periodista

  • POR José Alberto Briceño (*)
  • Opinión