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El año les llegó fuera de casa...

Historias de trabajadores que no se detienen

Anoche, cuando las bombetas anunciaron que empezaba-ahora sí-- el nuevo milenio, no todos pudieron abrazar a su familia y desearse un venturoso 2001.
Su trabajo no se los permite, hay labores que no conocen de días especiales ni de horario.
Pilotos, médicos, guardas de seguridad, operarios de maquinaria y vendedores recibieron anoche el 2001 --no sin cierta nostalgia-- fuera de casa.
El año voló
Nadie mejor que ellos para decir: ¡El año se fue volando! Y es que a las 12 medianoche de ayer, la tripulación del vuelo LR9030 de Lacsa llevaba una hora en el aire, en su recorrido de cinco horas y media entre Lima (Perú) y Miami (Florida).
Esto no es nuevo para el capitán Augusto Díaz, porque en 35 años de ser piloto ya no recuerda las veces que ha debido estar lejos de su casa un 31 de diciembre, aunque sabe que por lo menos han sido más de 10.
A la medianoche, a bordo del Airbus, la celebración fue breve. Con copas de agua, el capitán brindó con su copiloto Ricardo Moraga, quien por cuarta vez consecutiva en el mismo número de años de estar en la empresa, pasará lejos de su esposa y sus dos hijos. Aparte de la nostalgia que lo acompaña, asegura que el vuelo transcurre como cualquier otro.
Amelie Guzmán, otra de las tripulantes, también alzó su copa, aunque tal vez su mente estaba más en alguna playa de Guanacaste, en donde su novio debió recibir solitario el 2001, y además deberá esperar hasta mañana para darle el saludo, cuando su avión regrese en la ruta Miami- San José.
En cambio, su compañera Marianela Rodríguez, aunque con cierta aflicción, tuvo el consuelo de saber que su esposo también estuvo trabajando ya que es guía de turistas alemanes y debió estar con ellos a la medianoche.
El resto de tripulantes, Gustavo Araya y Luis Calvo, disfrutaron el momento y recordaron que, de todos modos, en su trabajo los feriados, los domingos y las fechas especiales, lo son para el que viaja. Para ellos fue un día más.
30 años solo
José Luis Jiménez Solano fue torero improvisado en su juventud, pero desde hace tres décadas es el encargado de vigilar la sede de la Cruz Roja en el redondel de Zapote.
Ya son 30 años de recibir solo el año y este no fue la excepción.
Ingresó a medianoche y saldrá a las 2 p. m. de hoy.
"Ahora ya estoy acostumbrado, los primeros años la soledad lo domina a uno, después la gente de aquí se convierte en tu propia familia", dijo mientras caminaba sobre los apartos del ganado en la plaza de toros.
A sus 50 años, tiene dos hijos y dos nietos y nunca los ve en año nuevo: "Ellos vienen a visitarme otros días, pero esa noche se quedan con su familia".
Don José Luis asegura que ya no podría vivir sin esta tradición: "Son muchos años con el mismo empleo, ahora lo tomo como un día cualquiera".
"Todos se abrazan"
Otro que se quedó solo en Zapote es Silverio Ortiz, un vendedor de comidas en un chinamo.
Para él, pasar la noche en los festejos "es muy aburrido, porque a las 12 casi no hay nadie".
Silverio aprovecha esta temporada para ganarse un dinero extra; durante el resto del año es profesor de artes industriales en Desamparados.
En su relato, asegura que al dar las 12 los pocos que quedan se abrazan y varios lloran.
"Aunque no sea bonito quedarse aquí, ya no me da nostalgia, alguien tiene que hacerlo, porque después de la 1 a. m. siempre viene gente".
Doble nostalgia
No solo recibieron el año lejos de sus casas en Costa Rica, sino que además su otra familia estuvo a miles de kilómetros de distancia, en Colombia.
Germán Jaramillo y Carlos Álvarez, médicos residentes colombianos de la especialidad de ginecología en el hospital México, recibieron el 2001 en las salas de ese centro, en lo que podría ser la última vez que lo hagan fuera de su tierra; este año volverán a Tuluá y Medellín, respectivamente.
La nostalgia de anoche la compartieron con dos compañeros costarricenses: los doctores Leonel Abud y Karla Araya, quienes habían tenido anteriormente la experiencia de cambiar de año entre las paredes de un hospital. Con ellos, estuvo Felipe Centeno para quien, junto al final del año, llegó la conclusión de su internado y hoy es ya un nuevo médico.
La guardia de 31 de diciembre siempre es muy bien pagada, pero Araya no duda en afirmar que cambiaría ese dinero por estar junto a sus seres queridos.
Sin embargo, con una pequeña cena y el agrado de iniciar un año sirviendo a los pacientes, ellos dieron su adiós al 2000. Tal vez su brindis fue el más literal de todos: ¡Salud!
"Reventamos bombetas"
César Elías Pérez, recibió el año nuevo en tierra ajena.
Este guatemalteco lleva cuatro años de trabajar con la empresa de juegos mecánicos Playland Park; desde entonces, estas fechas no son iguales.
"Se siente muy feo, se acuerda uno de la familia, de una buena cena en la casa, de mis papás y mis hermanos que están allá".
Sin embargo, César Elías no la pasó tan solo, este año se arriesgó y se trajo consigo a su esposa y sus dos hijos.
Este año, este oriundo de Amatitlán, al sur de Ciudad de Guatemala, tuvo que trabajar hasta la medianoche del 31 de diciembre.
"La verdad es que es muy feo estar solo con la gente que trabaja aquí; pero, bueno, es el trabajo y no se puede cambiar nada", dijo.
Uno de sus deseos de año nuevo es que su selección de futbol le gane a la oncena tica el próximo seis de enero en Miami.." Tal vez 1 a 0 que ganemos, o por lo menos el empate".

  • POR Vanessa Loaiza N. / vloaiza@nacion.com POR | Eduardo Alvarado
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