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Semana mundial

La Figura: Arafat en apuros. El líder palestino, el histórico Yaser Arafat, tiene en sus manos una oportunidad única para lograr la paz; sin embargo, la negativa y la reticencia de sus coterráneos (y la de él mismo) hacen que esta parezca un sueño de opio.
En Washington, Arafat vio con reservas el plan de paz propuesto por el mandatario, Bill Clinton. Sin embargo, no lo descartó del todo.
Este plan prevé un reparto de la soberanía de Jerusalén este y el control palestino sobre la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, que los judíos llaman Monte del Templo. Además, descarta el regreso a Israel de cerca de tres millones de palestinos exiliados en otras naciones árabes.
Sin embargo, una vez en suelo palestino, la lluvia de críticas de la Liga Árabe, los grupos radicales en Cisjordania y la franja de Gaza y sus pueblos, no se hizo esperar, lo cual puso a Arafat en mayores aprietos.
Con sus voces exacerbadas y tonos altivos, los palestinos llaman a Arafat a no ceder ante la presión internacional para lograr acuerdos con los israelíes. Incluso, insisten en continuar con la Intifada (levantamiento popular) contra este pueblo. Desde su inicio en setiembre, la Intifada ha dejado más de 300 muertos.
Ellos aseguran que su "deber histórico" es no solo reconocer muchos de los suelos israelíes como suyos, sino todos.
Arafat, como criba de los palestinos, se encuentra en una posición incómoda: tiene que lograr las mayores concesiones de los israelíes sin afectar sus intereses y los de su pueblo.
En Israel, no desean dar un paso atrás y también han mostrado sus reservas al plan de Clinton.
En esta puja, todos los actores (israelíes, palestinos y estadounidenses) saben que el tiempo apremia. El principal factor en su contra es el pronto cambio de timón en EE. UU., cuando Clinton entregue el poder el 20 de enero. A partir de esa fecha, Arafat desconoce cuál será la posición del nuevo mandatario, George W. Bush.
Mientras el calendario continúa su marcha vertiginosa y la violencia aumenta en Oriente Medio, Arafat debe conseguir su objetivo o, por lo menos, enrumbarlo.
De lo contrario, estiman los analistas, Israel podría tomar una actitud más dura que imposibilitaría cualquier acuerdo, amén del cansancio y desesperación que podría aumentar entre los palestinos.

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