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Semana nacional

Mecha de tragedia. Delgada y traicionera, la mecha de la tragedia vuelve a encenderse cada final de año pues, a pesar de las advertencias médicas y de los testimonios dolorosos, grandes y chicos siguen sucumbiendo ante el encanto de las luces multicolores y de las explosiones.
Los niños son las principales víctimas de la pólvora durante Navidad y Año Nuevo, pero los adultos tampoco escapan a sus ondas expansivas.
En diciembre anterior, unas 30 personas ingresaron con quemaduras en los hospitales del país.
En este lamentable registro aparecen los cuatro menores que fueron alcanzados –el 31 de enero– por la explosión de gran cantidad de pólvora almacenada en una residencia en Guayabos de Curridabat, San José.
María Fernanda Matamoros, Esteban Francisco Rumoroso y Rolando Esteban Brenes no sobrevivieron a la detonación. Pedro Omar Brenes, en cambio, libra en este momento una lucha titánica en el Hospital Nacional de Niños para salvar su vida y someterse a trasplantes de piel.
La tragedia, ocurrida cuando las autoridades médicas se aprestaban a cantar victoria en su esfuerzo por reducir la cantidad de niños quemados por pólvora, reveló la existencia de un vacío legal para sancionar la compra y almacenamiento de explosivos prohibidos.
También puso en el primer lugar de la agenda nacional el debate sobre la fabricación clandestina de este tipo de productos, así como los controles para evitar el ingreso ilegal de bombetas, volcanes y otros artículos con mecha en el territorio nacional.
Un indicio concreto de que este tipo de contrabando se ha convertido en un negocio muy lucrativo, es el hecho de que durante el pasado fin de año se decomisaron 2.400.000 artefactos. Estos superan, en mucho, a los 47.000 interceptados en 1999.

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