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Marta Anchía, su esposo Isidro, un hijo desempleado y un nieto sobreviven con ¢35.000 mensuales.
De aquel monto, ¢25.000 provienen de la pensión de su marido y el resto de la que ella recibió cuando los médicos decidieron declararla como una de las 115 víctimas de la sobreirradiación en el hospital San Juan de Dios.
Su cáncer de mama ya no existe. Por lo menos eso es lo que le han asegurado en el hospital Calderón Guardia.
Pero las secuelas de la sobreirradiación están ahí. El jueves 15 de febrero, Marta mostraba una gran quemadura en la parte derecha de su cuello.
Además, sus pulmones no están bien y la garganta y el sistema digestivo no funcionan.
"¿Cuatro años? ¡Imagínese! Uno se siente dolido. Yo fui una persona muy trabajadora.
"Hacía tamales para vender porque la plata no alcanza. Ahora, uno no sabe cómo va a ser su fin. Esta es la eterna zozobra", dijo.
Marta Anchía: el dolor físico es cada vez más grande, pero no tanto como el trauma causado por la sobreirradiación. Ver imagen
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