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En la carrera de la vida, la relación entre el hombre y la mujer es como la fábula de la tortuga y la liebre.
Como la liebre es más rápida, se cruza de brazos, se distrae y de algún modo despilfarra sus condiciones, mientras que la tortuga avanza, avanza y avanza, con una constancia que al final le da la victoria.
Nacen más hombres que mujeres. Pero ellos se quedan en el camino y al final de la existencia la razón de masculinidad se invierte y le cede el lugar al sexo opuesto.
De hecho, en el 2000 nacieron 39.943 hombres y 38.235 mujeres. Sin embargo, en ese mismo año la tasa de mortalidad infantil fue mayor entre los varones (11,59 decesos por cada 1.000 nacidos vivos) que entre las mujeres (8,76)
Además, la esperanza de vida para el varón en el 2000 fue de 74,81 años y la de la mujer alcanzó 80,29 años, de acuerdo con datos aportados por el Instituto Costarricense de Estadística y Censos (INEC). La brecha en este indicador se observa desde 1900, pero se ensanchó en la última década y ahora la diferencia entre sexos supera los cinco años.
¿Cuáles son las razones?
Estilos de vida, patrones de crianza, protección hormonal, organización de los servicios, función reproductiva, cuestiones laborales podrían ser, entre otras, las causas que explican este fenómeno demográfico, que se presenta tanto en Costa Rica como en otras naciones.
Protección hormonal
Para Carlos Castillo Morales, jefe del Servicio de Urología del hospital Rafael Ángel Calderón Guardia, la ganancia en la expectativa de vida que tiene la mujer se debe, fundamentalmente, a la protección que le confieren las hormonas.
Según el especialista, una de las enfermedades que más mata a la población masculina son los males cardiovasculares. Y se ha demostrado científicamente que, antes de los 50 años, el sector femenino goza de una protección especial en ese sentido.
Muestra de ello es que solo en el año 2000, del total de las 1.496 muertes registradas en la Estadística Vital Costarricense por infarto del miocardio, 937 correspondieron a varones y 559 a las mujeres.
Otro de los factores que, a juicio de Castillo Morales, influye en la larga esperanza de vida de la mujer está relacionado con el entrenamiento que a lo largo de la vida ella recibe contra el dolor, lo que la hace más fuerte para soportar las situaciones difíciles. "El hombre aguanta menos, lo que lo hace más vulnerable cuando tiene algún padecimiento.
"Erróneamente dijo en tono jocoso las mujeres se hacen las débiles para que las chineemos, pero más bien los hombres deberíamos ser los chineados, porque nuestra condición genética es más frágil".
Estilo de vida
Carlos Mora Abarca, internista del hospital México, consideró que los estilos de vida que tradicionalmente ha tenido el hombre lo exponen a enfermedades que matan. "El hombre fuma, toma licor y es más desordenado para comer. Y esos factores de riesgo están ligados a las principales causas de mortalidad que sufre el país", explicó.
De hecho, las principales causas de muerte en Costa Rica (infarto, cáncer de estómago, enfermedad isquémica del corazón, accidentes de tránsito) están encabezadas por los hombres.
Fernando Morales Martínez, director del Hospital Raúl Blanco Cercantes, coincidió con Mora y agregó que la función reproductora hace a la mujer más fuerte.
"La naturaleza es sabia y le concedió ciertas condiciones a la hembra para proteger a sus críos. Además, ellas son disciplinadas para ir adonde el médico, acuden puntualmente a las consultas y siguen, al pie de la letra, los controles periódicos que recomienda el personal de salud", comentó.
Según el estudio Cambios en la morbilidad y mortalidad por edad y sexo de Costa Rica 1987, 1992 y 1997 , publicado por la Sección de Información Biomédica de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), las mujeres consultan y se hospitalizan más que los varones, pero su riesgo de muerte es menor.
El documento señaló que la razón de feminidad en las consultas subió de 172 en 1987 a 182 en 1992, por cada 100 varones, mientras que en hospitalizaciones pasó en esos dos años de 203 casos a 218 por cada 100 varones.
Morales Martínez afirmó que también influye el hecho de que los trabajos que realiza el hombre suelen ser más rudos.
Rodrigo Bartels, jefe del servicio vespertino de la clínica Carlos Durán Cartín, dijo que existen aspectos fisiológicos y constitutivos que ponen en ventaja a la mujer. Mientras que un grupo considerable de varones ya a los 50 años es blanco de las enfermedades cardiovasculares, antes de esa edad, la mujer está protegida por los estrógenos.
Ella, a pie; él, en camilla
Otro de los puntos que Bartels suma a estas ventajas es que la mujer, por su período de fertilidad y maternidad, es más vigilada por el personal de salud, mientras que el hombre, después de la edad infantil, se pierde del sistema de salud y acude a los servicios médicos cuando tiene un fuerte padecimiento que está a punto de producirle la muerte.
En otras palabras, la mujer acude a clínicas y hospitales por sus propios pasos, casi como un ritual, mientras que, por el contrario, el hombre ingresa en camilla, tras el chillido de las llantas de las ambulancias y el ulular de las sirenas.
"Los servicios de salud deben dar un vuelco y promover la asistencia de los varones a las consultas. Esto implicaría un cambio en la organización, de manera que los haga más accesibles a este sector de la población tan vulnerable", opinó.
El especialista insistió en la necesidad de promover esquemas de servicio que le permitan al varón acudir a controles periódicos de presión arterial, glucosa, lípidos (colesterol, trigliceridos). "¡Ah, y la próstata, después de los 50 años!", recomendó.
En una esquina, con el apoyo de cualquier pared, la liebre descansa. Una mano en la nuca, la otra en la cintura y con esa sonrisa sarcástica que le hemos visto en las fábulas. Mientras, la tortuguita avanza y avanza lentamente... para llegar primero.
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