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Para Ilse Navarro, la administradora y propietaria de una panadería en San Miguel de Desamparados, tener una microempresa no ha sido sencillo.
Navarro está al día en el pago de sus responsabilidades obrero-patronales, pero asegura que cumplir con tantos cobros apenas le permite salir "tablas" con el negocio.
Su panadería es una de las más reconocidas de la zona y ha crecido gracias a los préstamos que ha obtenido de varios grupos privados que ofrecen créditos para microempresarios.
El último, por ¢1 millón, le permitió cambiar dos hornos de leña por hornos eléctricos.
Sin embargo, tener sobre los hombros el pago de los préstamos la obliga a sacrificar a su propia familia.
Ella, su esposo y sus siete hijos se levantan a medianoche para trabajar en la panadería, "pues sale más barata la mano de obra casera que contratar a un particular. Aquí nadie tiene sueldo", manifestó.
Según su experiencia, no solo hay que ahorrar y sacrificarse mucho al principio, también hay que buscar capacitación.
"Hay que aprender a manejar costos de producción y saber de contabilidad y publicidad. Pero uno no se puede quedar sentado, hay que buscar los cursos", dijo.
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