No hubo banderas, ni guías que se pelearan los votantes, tampoco megáfonos lanzando consignas ni tumbacocos con música de campaña. Nadie vistió los colores del candidato, pero la gente llegó a las urnas... y emitió su voto.
Nunca en esos sitios se hizo una plaza pública; aun así, los mensajes de los candidatos se colaron entre las rejas a través de los televisores y cada uno asumió su color político. Las más comprometidas –dijo Mónica Nágel, ministra de Justicia– fueron las mujeres de El Buen Pastor pues el 80 por ciento de las reclusas se empadronaron. En todo el país, 3.820 accedieron a inscribirse para votar en los centros donde están presos.
Ellos llegaron a las urnas desde temprano,
sin muchos aspavientos. Unos pocos manifestaron que se sentían emocionados, mientras otros no supieron cómo describir sus sentimientos.
Alexánder Hernández, de 22 años, larga cola de caballo y tatuaje en el brazo derecho, votó por primera vez, y lo hizo en el penal. Está preso en el Centro de Atención Institucional San Rafael (Alajuela) y aunque lo conmovió mojar su dedo en la tinta morada, aseguró que jamás imaginó tener que hacerlo ahí.
Igual le pasó a Arnoldo Mora, dos años menor y quien tiene diez meses de estar en la Unidad de Admisión de San Sebastián (San José). Serio y reservado, quizá para ocultar los nervios que le producía dar el primer voto, manifestó que lo había emocionado más ir a las urnas que el partido de la Sele del sábado pasado. Así, la cárcel también votó.