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Luiz Inacio Lula da Silva se prepara esta semana para entrar en la historia como el primer obrero que llega a la presidencia de Brasil. Una encuesta difundida ayer mostró que el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), un extornero mecánico, cuenta con entre 43 y 45 por ciento de las intenciones de voto para las elecciones generales de este domingo.
Lula , quien precisamente cumple 57 años ese día, podría ganar los comicios en la primera vuelta si obtiene por lo menos el 49 por ciento de los votos emitidos.
Según las autoridades electorales, 110 millones de brasileños (dentro y fuera del país) están inscritos para votar.
Los brasileños en Costa Rica también podrán votar, dijo Mónica de Pacheco, de la Embajada de ese país en San José.
Aunque dijo desconocer el número, la funcionaria indicó que los ciudadanos de la nación suramericana votarán en el sexto piso del edificio Torre Mercedes, en el Paseo Colón, el domingo de 8 a. m. a 5 p. m.
Por el triunfo
Lula da Silva avanza firme hacia la silla presidencial, y en el camino ya deja atrás a su principal rival, José Serra (18 por ciento en las encuestas), el candidato del gobierno liberal de Fernando Henrique Cardoso.
"Estamos al borde de un hecho histórico en América Latina. Tenemos la posibilidad, por primera vez en la historia de nuestro continente, de hacer que el pueblo brasileño resuelva elegir como Presidente de la República a un metalúrgico, a un tornero mecánico", dijo Lula en Sao Paulo.
Tradicionalmente, los mandatarios brasileños han pertenecido a la clase política-económica dominante del país, y han contado, además, con el beneplácito de los organismos financieros internacionales.
La posibilidad de que Lula llegue a la presidencia inquieta a los inversionistas. Operadores dijeron que el Banco Central brasileño debió intervenir varias veces en el mercado de cambios ayer, vendiendo divisas para controlar el valor del real.
Lula , un exlíder sindical que proyectó su imagen a todo Brasil combatiendo la dictadura que gobernó hasta 1985, ha hecho mucho para moderar su pasado radical y el de su partido, al aliarse con una agrupación de centroderecha y colocar a un magnate textil como compañero de fórmula.
Pero no alcanza para convencer a muchos inversionistas, que temen por la suerte del pago de la deuda externa del país, de $260.000 millones.
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