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Hace 24 años, una seria lesión acabó con la carrera de una de las máximas promesas del voleibol nacional, Jilma Ramírez.
Aunque apenas dejaba su niñez, aquella joven ateniense comprendió que el deporte no lo sería todo en su vida y se concentró en cumplir sus sueños.
Jilma empezó a practicar voleibol cuando ingresó al Liceo de Atenas. A los 13 años recibió una beca para estudiar y jugar con el colegio La Salle, en la primera división.
En 1974 fue distinguida como Novata del Año y en las dos siguientes fue nombrada la mejor jugadora de Costa Rica.
Jugó para los sextetos Muebles Máximo y UNA y fue seleccionada nacional desde los 14 años.
Participó en dos Copas Centroamericanas, un Mundial y una edición de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Con 16 años de edad fue declarada la Mejor Jugadora Centroamericana, en 1976.
Dos años después fue becada para jugar en la Penn State University, de Estados Unidos, pero una doble lesión en los meniscos de su rodilla izquierda la alejó del voleibol.
Su adiós tempranero no la desmotivó, se dedicó por completo a sus estudios de Ingeniería Agrónoma hasta egresarse.
Desde hace una década cumplió uno de sus sueños, al establecer la empresa Proverde, dedicada a la producción y venta de plantas ornamentales.
Jilma cumplió 42 años, está soltera y vive en Sabanilla de Montes de Oca.
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