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Olivier y su madre ganan la lucha

Precaria salud no frena a joven

Ciudad Quesada. Olivier tiene 18 años de edad, pero apenas mide 83 centímetros por un trastorno genético que afecta el crecimiento de sus huesos.
Si fuera solo eso... Olivier también tiene un soplo en el corazón que le restringe hacer mucho esfuerzo físico; también padece asma y una sordera que le obliga a usar audífonos.
Aún así, Olivier Flores Soto es todo un ejemplo de superación como colegial y por ahora nada lo ha hecho desistir de convertirse en un especialista en computación.
Para este año que comienza su lucha seguirá. Y también la de su madre y principal sostén, María Isabel Soto, quien todos los días del curso recorrerá con él, como lo ha hecho siempre, los 55 kilómetros de ida y vuelta que hay entre su humilde casa, en Bella Vista de Cutris y el Liceo en Ciudad Quesada.
Olivier irá a cuarto año en el área prevocacional, pero no será fácil.
Todos los días lectivos su madre tendrá que levantarse a las tres de la mañana, como lo ha hecho en años atrás. 45 minutos después montará junto con Olivier el caballo que en 40 minutos los hará llegar hasta el centro de Bella Vista, donde abordarán el bus que antes de las cinco de la mañana parte a Ciudad Quesada.
Mientras Olivier esté en clases, ella laborará como empleada doméstica de ocho de la mañana a dos de la tarde para reunir el dinero de los pasajes. Eso lo ha hecho antes y lo hará este año.
"El poquito salario que me gano limpiando pisos, lavando y planchando ropa también me sirve para comprarle útiles y el uniforme", dice ella.
“Yo seguiré luchando hasta que Dios me lo permita con tal de que Olivier logre lo que se ha propuesto, y mi principal estímulo es la responsabilidad con que hace las asignaciones.
“Vale la pena no fallarle pues en tiempo de exámenes estudia hasta las 11 p. m., duerme unas pocas horas para nuevamente levantarse a las 3 a. m., algunas veces enfermo pero sin quejarse y emprender el cansado viaje de ida y vuelta”.
Doña María menciona una anécdota para demostrar el amor de su hijo por el estudio. “Una Navidad le prometí un juguete y me dijo que prefería el uniforme de la escuela”.
Pero Olivier sueña todavía con un regalo: una computadora para practicar en su casa.

  • POR Carlos Hernández
  • Nacional
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