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La historia de la Escuela de Violín de Escazú tiene un protagonista llamado Marvin. Solo era un chiquito del barrio de La Agonía –Alajuela– que vivía loco toda la semana esperando que llegara el domingo.
Ese era el día en que su tío lo sacaba de La Agonía para introducirlo en el desconocido mundo de la música clásica. Allí, Marvin Araya era feliz. Y llegó a ser el director de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Costa Rica.
Hoy, gracias a su iniciativa se creó la Escuela de Violín donde Thais, José Julián, Katherinne y otros 27 niños del cantón podrán cumplir su sueño de ser violinistas.
La plata no será un incoveniente para estos aspirantes a músicos pues la empresa Merck Sharp & Dohme donó 30 violines a Escazú.
Pero este proyecto va más allá de ser un lugar donde se enseña música a pequeños con pocos recursos. "Vamos a educarlos como músicos, pero también como personas, como si fueran nuestros hijos, con amor, paciencia, comprensión... Personas excelentes en todos los aspectos", dice Araya.
Los niños, que fueron elegidos entre 127 candidatos de las escuelas públicas de Escazú, están felices ante esta oportunidad. “Me encanta el sonido del violín y llego a casa fascinada después de las clases. Espero ser violista algún día“, dice Thais Alfaro, de 11 años, con una sonrisa de oreja a oreja.
Y esto solo es el comienzo, ya que Marvin Araya está dispuesto a crear escuelas en todas las comunidades que se lo propongan porque, para él, “la música es necesaria porque cura el alma”.
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