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En C.R. no existe un sistema de vigilancia epidemiológica ni encuestas que reflejen la problemática en salud mental infantil
Los niños y las niñas, por ser personas que están en plena formación, construyendo su propio desarrollo físico, mental y espiritual, no se encuentran en situación de poder entender muchos de los conflictos/ problemas del mundo de los adultos, y en especial de su propia familia. Por otro lado, tampoco están en condición de poder solucionarlos, lo cual tiene una enorme implicación e impacto en su salud mental ya que puede dar inicio a un sufrimiento emocional, afectivo, inseguridad, ansiedad, frustración e inestabilidad, entre otros, que se verán reflejados lamentablemente en el comportamiento, aprendizaje escolar y en el desarrollo del menor. Estas dificultades y trastornos deben ser identificados en fases tempranas como señales de alarma, por parte de los padres y madres de familia, de los maestros(as) de escuela, personal de los Cen-Cinai, guarderías, hogares comunitarios, Ebais, clínicas y hospitales.
Sin embargo, esta detección oportuna en la mayoría de los casos no se realiza, y el problema continúa evolucionando en perjuicio tanto de los menores como del medio ambiente en el que se desarrollan. Esto se da por la falta de información; conocimiento de parte de los recursos existentes; de coordinación entre sectores; por escasez de servicios de salud mental para esta población en los diferentes niveles de atención, lo que obstaculiza la pronta resolución de los casos.
Además, no se recomienda diagnosticar en la infancia psicopatología de adultos, debido a la gran diferencia de trastornos, análisis y abordajes.
Déficit atencional como chivo expiatorio
También, se debe de corregir el error de solo buscar "casi que" un déficit atencional ya que hay dificultades en la niñez mucho más frecuentes que este diagnóstico; pero en Costa Rica no existe un sistema de vigilancia epidemiológica ni encuestas a nivel nacional que reflejen la problemática en salud mental infantil.
Ante esta situación, por ser la infancia un grupo vulnerable y con factores de riesgo, urge la implementación de líneas estratégicas de acción en la promoción y prevención de la salud mental infantil en el país. Una prevención precoz se justifica ya que, de persistir en edad adolescente o adulta, puede tomar proporciones de consideración. La función psíquica en la niñez es todavía ampliamente modificable en cuanto a una sana construcción de la personalidad, “empoderamiento” personal y estilo de vidas saludables. En un futuro, esto puede, incluso, llegar a reducir los costos en las consultas de adultos en los servicios de Psiquiatría.
Medidas posibles
Esto se puede lograr a través de acciones locales de sensibilización y educación en salud, dirigidos a los padres de familia, en cuanto a los estilos de formación y crianza, adquisición de habilidades para la comunicación, el entendimiento, la búsqueda de soluciones, el manejo de autoridad y límites que permitirán un bienestar emocional y mental de sus hijos e hijas.
En las escuelas, entre otros, se deberían promover ambientes y espacios saludables en que los niños y las niñas interactúen entre sí, facilitando el desarrollo de procesos benéficos de identificación, actitudes, conductas y diálogos positivos, para prevenir pleitos, discordias, envidia, uso de armas, de alcohol y drogas, etc. También se deberían desarrollar programas educativos para madres adolescentes con el fin de que puedan comprender las necesidades de sus hijos/as en las diferentes etapas (debemos recordar que estas madres ni siquiera han completado su propio desarrollo), así como campañas preventivas por los diversos medios de comunicación.
Finalmente, recomiendo una revisión y readecuación de la legislación en materia de salud mental, que permita programas sostenibles y viables, su financiamiento y la permanencia de una política nacional de salud mental infantil. Nos debemos a este compromiso con las generaciones actuales y futuras.
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