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No hay duda de que los costarricenses nos mantenemos con la boca abierta ante los últimos acontecimientos expuestos a la luz pública en el caso del asesinato del periodista Parmenio Medina y la posible participación del cura Mínor y el empresario Chaves.
Nos mantenemos con la boca abierta sin llegar a cerrarla para emitir alguna palabra. Nos cuesta emitir palabras desagradables, sobre todo en estos días, cuando quisiéramos que el mundo fuera perfecto.
El caso de Parmenio es un terrible lunar, una ventanita negra por donde tenemos que asomarnos todos. Una vez dentro de esta cueva oscura, que hemos querido invisibilizar desde hace años con el cuento de la linda finquita tica, podemos ver todo tipo de tráfico humano: prostitución homosexual, bisexual, heterosexual, trata de blancas, orgías con menores de edad, lavado de dinero, secuestros express, homicidios contratados, tráfico de drogas, etc.
Droga poderosa. Todas estas actividades tienen en común el desprecio por la dignidad humana y el valor dictatorial del dinero. El dinero como droga poderosa que nos da el poder que ansiamos desde niños, cuando nadie nos guió ni nos educó en los valores y las cualidades que portamos y que son las verdaderas herramientas de la delegación de poder humanista.
Así que como animalitos, como bestias, hay muchos que viven en esa cueva de la cual fue víctima Parmenio y siguen siendo víctimas muchos otros.
Animalitos vestidos de mujer, de sacerdote, de oficinistas, de padres y madres de familia, de guías espirituales, de líderes políticos. No importa el disfraz, dentro solo encontramos el frío e insaciable poder deshumanizado y animado en un cuerpo débil, sin la llama de la singularidad espiritual.
Rostros y disfraces. Muchas son las preguntas sin respuesta, muchos los rostros y los disfraces que todavía no vemos dentro de la cueva.
Ante semejante pueblo abandonado, no queda más que unirnos y apostar por la autoeducación, el autocontrol y la autogestión.
Abandonados unidos: Si no hay líderes, seamos nuestros propios líderes; si no hay padres, seamos nuestros propios padres; si no hay límites, creemos nuestros propios límites entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto y lo incorrecto. Si no hay propuestas, construyamos nuestras propias propuestas y proyectos de vida. Si no hay ya en quien confiar –dado el avance de la zona oscura de corrupción– confiemos como nunca antes en nosotros mismos y hagamos de nuestro estilo de vida la lección ejemplar que nunca antes nadie nos regaló para seguir.
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