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Cuando el escritor Alberto Cañas me contó, muy orgulloso pero escéptico, que su yerno, el periodista Alejandro Urbina, tenía como primer proyecto para su gestión como director de La Nación publicar miles de ejemplares de libros a precios muy cómodos, al igual que él, creí que iban a perder muchos millones.
Pero el éxito impresionante de la publicación de grandes clásicos por parte del Grupo Nación debe permitirnos un alto en el camino. Si este país está leyendo 60.000 u 80.000 ejemplares de un libro, por quincena, podemos sacar conclusiones reconfortantes.
Primero, que es una gran mentira que el costarricense no lee. El problema está en que los libros son muy caros y, en algunos casos, están al lado del whisky y el caviar. Son artículos suntuarios. Como si la poesía viviera en las boutiques y en los cafés gourmet .
Permanencia de la lectura. En segundo lugar, que es mentira que el costarricense medio es superficial, mediocre y frívolo. Quienes cultivan la buena lectura han de tener cierta aptitud espiritual e intelectual que nos hace pensar muy bien de Costa Rica.
En tercer lugar, que si los libros de los autores nacionales no circulan tanto, a pesar de ser libros baratos, es porque no tienen ni los canales de distribución ni los medios de promoción adecuados. La escritora y gran promotora cultural doña Delfina Collado, que de Dios goce, decía que si aquí se pudiera comprar los libros como los chayotes en un supermercado, es decir, baratos y accesibles, las casas tendrían grandes bibliotecas, y las familias, grandes lectores.
Con esta masiva publicación de clásicos, el Grupo Nación también ha demostrado que no es cierto que los medios electrónicos y la cultura de la imagen puedan acabar con la lectura y los libros. Y por el interés manifiesto en estas publicaciones, La Nación también muestra un verdadero sentido de la responsabilidad social corporativa y un apego a los grandes sueños y anhelos del país.
Nuevas sorpresas. Hay que agradecerle a Alejandro Urbina su empeño en este proyecto y su interés por la cultura, que también se nota en la ampliación de las dimensiones de la revista "Áncora". También hay que agradecerles a Víctor Hurtado y Aurelia Dobles la excelente selección de las obras, y felicitar a quien tuvo la iniciativa de publicar una enciclopedia e incentivar la compra a través del buen gancho de regalar el primer tomo. Es ni más ni menos que el mercado al servicio de la literatura y el conocimiento. ¿Habrase visto mayor maravilla?
Solo nos queda desear que pronto La Nación tenga un proyecto similar al de la publicación de clásicos, pero con los autores nacionales, porque aquí hay, por lo menos, una docena de escritores, entre los nuevos y los consagrados, que merecen una oportunidad similar.
El inicio no podía ser mejor: Los cuentos de mi tía Panchita . Quedamos a la espera de los siguientes. Nos han sorprendido con proyecto tras proyecto. Esperamos las nuevas sorpresas con una sonrisa de entusiasmo…
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