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La reciente crisis de los fondos de inversión tanto en colones como en dólares, que afectó también a las pensiones voluntarias, es un fenómeno sin precedentes en la historia financiera del país.
En la década finalizada en 2003 los activos de los fondos de inversión crecieron a una tasa media anual de más del 200%. Sin embargo, este año, por diversas razones –entre las cuales está la sobrevaluación de los títulos de deuda pública, en los que la mayoría de los fondos depositaron sus recursos, fue la principal– estos se redujeron a la mitad en dos meses y medio, a $1.555 millones.
La Nación informó de que las pérdidas acumuladas superaron los $100 millones (edición del 26 de mayo del 2004).
Los fondos de inversión y de pensiones son instrumentos para canalizar recursos de los inversionistas y ahorrantes hacia proyectos de inversión tanto públicos como privados.
Son atractivos para los inversionistas y ahorrantes porque ofrecen mayor diversificación y rentabilidad.
Para los emisores de deuda son también benéficos dado que ofrecen una fuente de recursos estable y de rápido crecimiento.
Y ahí donde está la mayor ventaja de los fondos está su mayor reto. En nuestro país estos instrumentos han crecido mucho más rápido que la capacidad del mercado financiero para generar una oferta estable y atractiva de títulos de deuda.
Ante tal circunstancia, los administradores de fondos no han tenido otra opción que competir por los mismos títulos del Gobierno costarricense sobredimensionando su valor.
Algunos analistas han sugerido que la solución es generar una oferta más amplia de títulos de deuda extranjeros.
Así, bien podríamos tener fondos con carteras más diversificadas que ayuden a construir puertos en El Salvador, carreteras en Panamá, aeropuertos en Jamaica o financiar empresas de software en Chile, campos de golf en Alabama y, ¿por qué no?, Internet Avanzada en Nicaragua.
Tal vez así contribuyamos a que estos países se vuelvan más prósperos y, quizá, en el futuro sus firmas más competitivas y eficientes vengan a nuestro país a invertir.
Puede que funcione, pero... ¿no sería mejor al revés? ¿No es más sensato crear las condiciones para que el ahorro de los ticos se invirtiera en el desarrollo de los ticos?
Los fondos de pensión y de inversiones deberían convertirse en el instrumento para canalizar recursos en proyectos que tanto urgen al país como Internet Avanzada, los aeropuertos de Liberia y la zona sur, represas hidroeléctricas, carreteras, etc.
También podrían aportar el capital semilla para crear nuevas empresas.
De esta manera, tal vez deje de ser necesario andar mendingando recursos a países ricos y comprometiendo nuestro voto en foros internacionales.
No hay que ser ingenuos y pensar que con los recursos generados al interior del país se van a satisfacer todas nuestras necesidades de inversión, siempre vamos a necesitar de la inversión extranjera.
El reto entonces está en nuestra capacidad de generar proyectos lo suficientemente seguros y rentables como para que los inversionistas y administradores de fondos extranjeros inviertan en títulos de deuda nacionales.
El punto aquí es que lo inverso contribuye poco con nuestro desarrollo.
Finalmente, Roberto Sasso ( La Nación del 24 de mayo del 2004), con justa razón se preocupa porque los recursos de los fondos de pensiones sean invertidos en títulos valores susceptibles a los vaivenes del mercado.
Esto es difícil de evitar dado que toda actividad productiva conlleva cierto nivel de riesgo, lo que sí es posible (y deseable) es generar una mayor oferta de títulos en el mercado y que se introduzcan fondos con cero riesgo. En estos fondos los rendimientos son muy bajos, pero el riesgo de pérdidas es mínimo pues el rendimiento se encuentra respaldado por compañías de seguros.
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