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¿Sorpresa por la corrupción imperante? Ninguna. Era un secreto a voces. Lo único nuevo y bueno es que la corrupción en abstracto comienza a tomar forma y se asocia a nombres y apellidos. ¿Es esto motivo para sentirse deprimido o pesimista? No, después del sobresalto y desazón iniciales, surge la esperanza, porque el sistema ha sido puesto a prueba y funciona. Se autodepura. Los medios de comunicación vigilan y denuncian. El Ministerio Público, serio y responsable, comienza, con valentía, a sentar responsabilidades. Quienes ostenten el poder, a partir de ahora, estarán bajo un mayor escrutinio público y deberán medir mejor sus acciones.
¿Qué todo lo sucedido tiene un alto costo para la democracia? Sí, pero ese costo se compensa con creces, si el resultado es que el sistema muestra fortaleza y capacidad para depurarse, sin problemas de mayor envergadura. Esto no sucede en todos los países del mundo y debemos estar orgullosos de que el nuestro muestre esa madurez democrática. Corrupción siempre habrá, porque el ser humano es falible y la perfección es un ideal difícilmente alcanzable. Lo bueno es que ahora, aquí, en nuestra patria, la corrupción en la función pública ya no queda impune.
Ni todo ni todos. Es probable, también, que aún no hayamos visto ni oído todo. Hoy el préstamo finlandés y Alcatel son ejemplos tangibles; mañana serán otros casos, hoy objeto de rumores e intensa controversia. No por ello debemos dejar de creer en el sistema. Tampoco es válido condenar a un partido político en particular, o pensar que otro es perfecto y tiene la solución para todos los problemas. Lo primero es injusto y lo segundo ingenuo. No importa si el partido es nuevo o viejo, porque, como decían los abuelos, "en todo lado se cuecen habas", y trasladarlas de un sitio a otro no conlleva cambio cualitativo. Cuidémonos también de falsos mesías. ¿No hemos visto que quiénes son enfáticos en condenar algo, terminan, muchas veces, incurriendo en ello con creces?
Nadie es especial, y todos tenemos el mismo potencial para construir o destruir el bien, dijo el Dalái Lama. Un pensamiento oportuno, una gota de fresco rocío, en la situación especial que como pueblo enfrentamos. Ojalá nos estimule a todos, desde las diferentes trincheras, a emplear nuestra capacidad para construir el bien común y heredar a esta juventud escéptica en sus mayores, una patria mejor y un futuro más promisorio.
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