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Un farol en las tinieblas

En busca del rumbo correcto

La historia la escriben los visionarios, aquellos que dirigen la brújula hacia un ideal y surcan los mares de la existencia venciendo las tempestades y asidos al timón de las verdades eternas.
Tierra, mar y cielo son los tesoros que recibimos al nacer; debes seguir la línea recta, no claudicar jamás. En tu ruta encontrarás las barricadas que otros socavaron esperando tu caída. Son aquellos que, ayunos de talento, han pretendido la gloria destruyendo honras ajenas, aquellos que predican en el altar de la envidia y usan como escudo el engaño y la calumnia.
Fugaz dominio. El hombre, animal que aspira a la divinidad, está a muchos años luz de su meta; mientras tanto, pretende disimular su pequeñez, escalando peldaños a codazos y empujones, encandilado ingenuamente por las luces del poder. Poder efímero cuya gloria, si es que la tiene, se diluye con los años ante los nuevos contingentes humanos que vienen detrás de lo mismo: el dominio fugaz de un pequeño sector sin ideales ni carisma.
Los hombres que hicieron la historia están en la historia: Moisés y Abraham, Salomón y Sócrates, Platón y Aristóteles.
¿Dónde está aquel que llegó hace 2.000 años con el mensaje de amar al prójimo?
Dijo que iba a volver, pero aún no ha vuelto.
Hace falta su farol en este valle de tinieblas.
¿No está acaso la humanidad de hoy más necesitada de su consejo que la de hace dos milenios?
¿Acaso no hay un tenebroso dominio del crimen y el vicio en las sociedades modernas?
¿Dónde están los jueces y los códigos?
¿Dónde está la guía espiritual? ¿En Roma o en Washington?
Tesoro divino. Quizás la Presencia Suprema no esté al alcance de la vista y haya que buscarla en el interior de cada uno, en eso que llaman alma o conciencia, en el reino del pensamiento, ese tesoro que Dios legó a cada criatura para usarlo en busca de la verdad.
Podemos equivocarnos porque el cerebro no es perfecto; pero es un deber moral de cada quien buscar el rumbo correcto, como se busca el horizonte entre la niebla y la tempestad, entre los sueños y los ideales.
Lo único que puede pretender la eternidad es el espíritu, la materia desaparece y esa eternidad solamente se puede encontrar en el fondo de nosotros mismos.
Que tengan ustedes un feliz año nuevo.

  • POR Eladio Jara Jiménez
  • Opinión
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