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En el redondel de Zapote, cada jornada comienza a las 8 a. m. A esa hora, cientos de toreros improvisados hacen fila frente a la entrada principal del reducto.
Ahí, Shakira y Guadamuz , dos de los más experimentados, reparten fichas y ponen sellos en los brazos de los primeros 200 hombres en la fila.
Después, los elegidos se marchan a su casa y regresan a las 2 p. m. Antes de que suene el primer clarín, desfilan por un toril en el que son requisados por miembros de la policía.
Los oficiales corroboran que ningún improvisado esté bajo de efectos de alguna droga ni vista fajas, cadenas, aretes o alguna prenda que resulte peligrosa dentro de la arena.
La salida del toril conduce a un pequeño oratorio, que se convierte en la última escala de los toreros antes de ingresar al ruedo. Ahí se santiguan al pie de las imágenes del Corazón de Jesús, el Cristo de Esquipulas y la Virgen de los Ángeles.
Ese es todo un ritual cada diciembre. La escena se repite corrida a corrida, y la tarde del 30 de diciembre no quebró la regla.
A las 3 p. m., una cuadrilla de toreros partió plaza. A la cabeza iban Nicolás Gómez ( El Poblano ) y una mujer bajita con cara de niña, la mexicana Hilda Tenorio.
Para cuando sonó el clarín y El Samaritano (un toro de 390 kilos) saltó al ruedo, ya la torera tenía el capote listo. Con verónicas y derechazos, la joven de 18 años cumplió una faena que valió las palmas del público.
El Poblano también hizo brotar aplausos de la concurrencia. Sentado en un banquillo de madera, se enfrentó con los 385 kilos del toro El Buen Deseo y realizó una serie de pases que pocos olvidarán en Zapote.
Después fue el turno de Los Recortadores , otros jóvenes mexicanos que hicieron gritar a más de uno con sus saltos por encima del toro.
Cuando la puerta de la manga de salida se abrió para dar paso al tercer toro de la tarde, ya 200 improvisados poblaban la arena.
Banderas de futbol, camisetas, gorras, pantalonetas, pañuelos, guantes, pasamontañas y disfraces cubren a una mayoría de jóvenes que en apariencia no supera los 30 años.
En el grupo sobresalen curtidos aficionados que llevan décadas lidiando con el toro. Diablo, Chunche, Parriteño, Largo, Gringo y Somoza , entre otros, son una fuente de consejos para los más novatos.
Ellos reconocen que son como una familia que se ve una vez al año, en las fiestas de diciembre. Quizá por eso, los abrazos, las bromas y los juegos abundan sobre la plaza.
Así avanzó la corrida de esa tarde. Nada fue más allá del grito en las gradas y del susto que algún improvisado contará el otro diciembre.
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