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Elecciones y factor social

Un día, en la mañana, avanzo por la avenida segunda. Un semáforo detiene el tránsito. Cuatro niños a media cuadra aprovechan para cruzar: los acaban de correr de algún negocio donde dormían. Uno, flaco, lleno de suciedad, de unos 15 años, medio dormido aún, descalzo, arrastra un cartón que le servía de cama.
El semáforo da vía; los vehículos reanudan el recorrido. Por quitarse un hueco o por otro motivo, un automovilista maja la cola del cartón, que se le cae al niño. Este se vuelve y lanza un grito desgarrador, que salió del alma, lastimero y furioso, un madrazo que traspasó los vidrios cerrados de mi auto, me golpeó en el alma; sentí la furia y desesperación de ese niño despuntando en su juventud.
Diversión y dolor. Todas sus pertenencias, lo que tenía en el mundo, una vez más nuestra justa y solidaria sociedad se lo arrebataba de las manos, le pasaba por encima. Ese grito tan desgarrador me sobrecogió, fue un choque brutal, impactante. Me gustara o no, era parte del contingente de costarricenses que pasa por encima de otros sin miramientos de ninguna clase. El hecho fue la diversión de la mañana de algunos; para mí fue doloroso.
Sin embargo, no me detuve para acallar mi conciencia; un par de monedas no era realmente la solución; no sabía qué hacer; apreté el acelerador.
Solución en camino. La Costa Rica en que crecí -solidaria, amigable, cristiana- hacía mucho tiempo había desaparecido, y ahora me daba cuenta de improviso. Por dicha ahora, con la cercanía de las elecciones, la solución se acerca para estos costarricenses. Podré estar en paz.
Ahora ese muchacho tendrá derecho a ser propietario; no se preocupará porque ya es conocido por un candidato; le dirá sí a Costa Rica; tendrá la oportunidad de dialogar. es parte de esa juventud nueva y honesta. Y el TLC, sin duda, le ofrecerá parte de los nuevos trabajos.
Después de febrero. seguirá, acicateado por el hambre y la insolidaridad social hacia el camino de la delincuencia, para satisfacer sus necesidades básicas.

  • POR Carlos M.ª González H.
  • Opinión
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