Ciudad del Vaticano. AFP. Roma amaneció ayer lluviosa, sin las ya clásicas filas de peregrinos en la plaza de San Pedro del Vaticano y con el enorme vacío dejado por Juan Pablo II.
En las calles de la ciudad y por primera vez en varios días, los fieles fueron sustituidos por los turistas, que se apoderaron de monumentos, plazas y restaurantes.
Roma entera parecía resurgir, en medio de una inmensa resaca, de una semana de frenesí que la transformó en un gran centro de peregrinación y punto de encuentro de dirigentes del mundo.
El tráfico volvió prácticamente a la normalidad y autobuses y taxis podían circular sin problemas hasta la plaza de San Pedro.
Las televisiones del mundo entero desmontaban los equipos con los que difundieron imágenes desde que se anunció la muerte de Juan Pablo II.
El alcalde de la ciudad, Wálter Veltroni, tradujo la locura de los días pasados en cifras: en una semana, Roma repartió 2 millones de botellas de agua mineral, recogió 250 toneladas de basura en la zona de la plaza de San Pedro, transportó a dos millones de pasajeros, y movilizó a 2.800 agentes para organizar la circulación.